Sé que no cambiará nada, pero quiero que sepas que te amo Joaquín Sabina, aun sin conocerme cambiaste mi vida para siempre, te lo agradezco mucho.
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Arte Literario - Novelas


 Amor Madrileño, 
Bohemio y Melancolico.

 
Capitulo1.
 
Todas las personas nacen con metas y sueños a los que aspiran.
Algunos luchan por cumplirlos, otros tienen un golpe de suerte, pero la mayoría simplemente no se cumplen, terminando finalmente en el olvido.
Casi siempre, la vida pone obstáculos en el camino, posponiendo cada vez más los sueños, al punto de creerlos inalcanzables.
También, están quienes sin pensarlo, renunciarían a todo, empezarían de cero en un lugar desconocido, solo por el hecho de probar ¿A ver qué pasa? Para intentar cumplirlos.
Esta es una historia real, de esas que aun no sucedieron y quizás nunca llegue a suceder...
En Montevideo, Uruguay, vivía una chica de veinticinco años, llamada Magdalena. Ella tenía dos hijas, Micaela de cinco años y Yazmín de cuatro años.
Magdalena solo tenía hasta primero de liceo aprobado, sí bien quería volver a estudiar, la situación que estaba viviendo le impedía intentarlo.
Hasta ese momento, Magdalena tenía un problema, debido a su situación y circunstancias de la vida, nunca antes había tenido un trabajo, si sabia rebuscársela de alguna manera, pero antes de tener hijas, todo eso cambió inmediatamente después.
Luego de convivir cinco años en pareja con el padre de su hija Yazmín, Magdalena toma la decisión de dar fin a la relación.
Cansada ya del desgaste rutinario, más las grandes diferencias de ideales, metas y forma de pensar, determina que es el momento de buscar su lugar en el mundo, decidida a dar un gran paso, cambiar su destino para siempre.
Un día, sin pensarlo demasiado, Magdalena juntó todos sus bienes materiales y los vendió, solo se quedo con algo de ropa para ella y sus hijas, unos juguetes de las niñas, unos libros que marcaron su vida, los cuadernos donde escribía lo que ella llamaba “sus tonterías” y la guitarra que se compró con sus ahorros cuando niña y nunca aprendió a tocar.
Con la venta, logró juntar el dinero suficiente para emprender el viaje, en busca de un nuevo comienzo.
Inmediatamente, empacó lo poco que le quedaba, tomo a sus hijas y sin despedirse, marchó rumbo al aeropuerto de Carrasco.
Una vez allí, compró unos pasajes sobrantes del vuelo siguiente, el cual tenía por destino el aeropuerto de Barajas, en España.
El vuelo duró trece horas con cincuenta minutos.
Al llegar al aeropuerto de Barajas, Magdalena consiguió un mapa de Madrid, lo puso en el suelo, lanzó una moneda y esta cayó sobre Tirso de Molina.
Magdalena lo fijó como su siguiente destino, ya que no conocía a nadie en toda España, no había pensado antes en un lugar determinado.
Tomó la línea 8 hasta la estación de metro Nuevos Ministerios, de allí combinó con la línea 10 hasta la estación Tribunal, cambió a línea 1 hasta la estación Tirso de Molina, vio la salida por la Calle Magdalena, lo cual tomó como una señal de que por ahí debía ir.
Al salir de la estación, se encontró con la plaza Tirso de Molina, vio unos bancos blancos y no dudó en descansar allí, mientras pensaba a donde ir.
Como en la plaza había unos juegos, las niñas jugaron todo el día, sin reparar en la preocupación de su madre.
Magdalena observaba a su alrededor completamente asombrada, el lugar era enorme y no sabía cómo manejarse.
Una señora que salía de la estación del metro, se sentó junto a ella.
Magdalena, aprovechó la situación para iniciar una conversación, tal vez la señora podría ayudarla a conseguir un hospedaje barato.
- Buenas tardes señora, disculpe la molestia, me llamo Magdalena, soy Uruguaya, hoy llegamos a España con mis dos hijas pequeñas, realmente no conozco nada ¿Podría decirme algún hospedaje barato de por aquí, que acepte niños? Preguntó Magdalena.
- Por aquí, el más barato que conozco es el hostal Fuentesol, se encuentra en un edificio histórico situado a siete calles de aquí, a 100 metros de la Puerta del Sol, creo que esta a 25 euros la habitación, pero no te sabría decir si aceptan niños. Contestó la señora, cordialmente.
- Gracias ¿Podría decirme como llegar al lugar? Preguntó Magdalena.
- Caminando, tomas la calle Dr. Cortezo una cuadra, sigues por de la Cruz tres cuadras, hasta calle de la Victoria y subes 2 cuadras, hasta un poco antes de Carrera de San Jerónimo, queda por calle de la Victoria al número 2. También puedes ir en metro en la línea 1 hacia Pinar de Chamartin y te bajas en la parada siguiente, la estación Puerta del Sol, por la salida Carretas o Renfe, caminas por Carrera de San Jerónimo dos cuadras hasta la calle de la Victoria. Contestó la señora detalladamente.
- Muchas gracias, así como lo describe parece fácil de llegar. Dijo Magdalena.
- No te preocupes si no aceptan niños, en esa zona hay muchos hostales donde puedes averiguar, igualmente, lo mejor que puedes hacer es ir a una iglesia, allí pueden ayudarte en lo que precises. A tres calles de aquí, esta la parroquia San Sebastián, subes por calle Relatores una cuadra hasta calle de Anchota, desde hay caminas dos cuadras hacia la derecha por calle de Anchota hasta calle San Sebastián, queda en la calle San Sebastián esquina calla de Anchota, es una iglesia grande, así que no puedes perderte. Le aconsejó la señora.
- Tiene razón, no lo había pensado, ya que es más cerca, iré primero por la parroquia. Gracias por todo señora, me ha sido de gran ayuda. Se despidió Magdalena.
Al llegar a la parroquia, estaban en misa, por lo que Magdalena espero que el sacerdote finalizara la ceremonia.
Al termino de la misma, Magdalena habló con el párroco Jorge Ávila, quien luego de escuchar atentamente a Magdalena, se ofreció a ayudarla a conseguir trabajo y le dio una habitación que usaba de depósito, para que se quedara allí hasta que le pagaran su primer sueldo, así estaría tranquila hasta tener el dinero suficiente para pagar un mes de hostal.
Magdalena se ofreció a limpiar para aportar en algo, en agradecimiento por el techo y la comida, pero el padre Jorge se negó, explicando que le seria de más ayuda que en ese tiempo buscara un trabajo, ya que la ayuda que podía brindarle solo sería temporal.
El padre Jorge hizo un pequeño recorrido por las instalaciones con Magdalena, para que supiera donde estaba el baño, la cocina y la salida, luego la llevó hasta la habitación y le mostró unas camas viejas con otros muebles, para que pudiera organizarse, le marcó un horario para entrar y salir, pidió que las niñas no salieran solas de la habitación y se fue a seguir con sus actividades parroquiales.
Inmediatamente, Magdalena arregló la habitación, habló con sus hijas de lo que sucedía, para que la ayudaran haciendo caso en todo.
En el momento que salía del baño, la señora que limpia la parroquia la llamó para averiguar quién era, luego de explicarle, Magdalena le preguntó si conocía alguna persona que cuidara niños, afortunadamente, la hija de la señora era una adolescente que trabajaba de niñera y justamente en ese momento estaba sin trabajo.
Magdalena arregló con la señora para que su hija fuera todos los días a cuidar a las niñas, mientras salía a buscar empleo, con la condición de que le pagaría todo el mes, cuando cobrara el sueldo.
Hasta ese momento, Magdalena tenía todo bajo control, ya solo le quedaba conseguir el trabajo y averiguar en el hostal Fuentesol sí había lugar y aceptaban niños, para ya saber a dónde iría después que terminara la ayuda temporal.
Se hizo la noche, luego de cenar pastel de carne, se acostaron a dormir.
Al día siguiente, Magdalena se levantó a las siete de la mañana, a las ocho, llego la señora que limpia, Marta, junto con su hija Macarena, quien cruzó unas pocas palabras y se quedó con las niñas, ya que Magdalena estaba apurada por salir.
Primero fue al hostal Fuentesol, averiguó todo lo que necesitaba y decidió que ese sería el lugar donde iría después de que tuviera un trabajo.
Después, caminó por varias calles de la zona, entregando currículos en todos los negocios que veía, hasta entregar los treinta que había fotocopiado.
Finalmente, volvió a la parroquia, dio aviso de que podían llamarla de algún trabajo al teléfono de la iglesia y aclaró que volvería a salir al otro día, a entregar más currículos.

Capitulo 2.
 
Pasó una semana, pero al fin la llamaron de un trabajo, para mesera. Como no pedían experiencia, Magdalena se sintió confiada de poder aprender rápido, ya que no parecía tan complicado.
Era en La bodega La Ría, también funciona como restaurante, es conocido como el que hace las mejores paellas de Madrid, está ubicado en la calle Magdalena número 1 esquina calle Lavapies, a tres cuadras y media de la parroquia.
Durante la entrevista, Magdalena estaba nerviosa, explicó su situación en Madrid y el hecho, de que nunca antes había trabajado en Uruguay.
Igualmente, se mostró interesada en el trabajo, proponiendo, que la tomaran a prueba una semana para poder aprender, sin compromiso de que el empleo fuese suyo.
Aceptaron su propuesta con una condición, le enseñarían el oficio a cambio de que esa semana trabajara gratis.
Magdalena acepto, el hecho de que le enseñaran el oficio le daba seguridad, imaginó que si podían enseñarle en una semana, no sería tan difícil, incluso si no le daban el trabajo, al menos tendría una idea de que hacer, para presentarse en otros restoranes, bares y Púb.
Así que empezó ese mismo día de dos de la tarde a diez de la noche, de ocho de la noche a diez de la noche, Elena, una compañera del trabajo que era mesera, estaba encargada de enseñarle el oficio.
Ambas, al conocerse se entendieron muy bien, lo cual fue el comienzo de una gran amistad.
Al final de la jornada laboral, Elena acompañó a Magdalena hasta la iglesia, que le quedaba de pasada de su apartamento.
Quedaron en reunirse en lo de Elena, para que le siguiera enseñando el oficio de mesera, así le ayudaría a conseguir el trabajo.
Durante esa semana, Magdalena puso todo de sí para aprender rápido el oficio, cosa que logro gracias a la ayuda de Elena.
En la bodega, estaban muy conformes con su desempeño, por lo que decidieron darle el trabajo.
Ese fin de semana, luego de que le dieran la noticia de que el empleo era suyo, Elena propuso salir de “Tapas” para festejarlo, así podrían hacer un recorrido por diferentes lugares, para que Magdalena conociera la noche madrileña.
Magdalena llamó a Macarena y le pregunto sí podía quedarse esa noche con las niñas, Macarena dijo que si, así que llamó a la parroquia para hablar con el padre Jorge, quien le dijo que por esa vez pasaba, porque era para festejar que consiguió trabajo, pero que no se le hiciera costumbre, que podría tener problemas, además, le advirtió que la parroquia abriría a las ocho de la mañana, por lo que no podría entrar antes de esa hora.
Arreglado el asunto, Magdalena y Elena tomaron un taxi camino al apartamento de Elena, para cambiarse de ropa, Elena le prestó una musculosa blanca, una pollera negra por arriba de las rodillas y unas sandalias negras de taco bajo, como hacía calor no llevaron abrigo.
Luego de recorrer barios lugares, fueron a parar a un baile, donde Elena se reúne con sus amigos los fines de semana.
Al llegar, varios de los amigos de Elena estaban ahí, ella se los presentó a Magdalena y se sentaron en la barra con ellos.
Elena había bebido mucho, por lo que ya no podía mantenerse en pie, así que una de sus amigas, le dijo a Magdalena que la llevaría hasta su apartamento, le indicó cómo hacer para llagar a la estación de metro de Tirso de Molina y se fue con Elena.
Magdalena, que no podía volver a la parroquia antes de las ocho, al ver que eran las cuatro, decidió irse igual, pero Ismael, uno de los amigos de Elena, se paro frente a ella para impedir que se fuera.
- ¿Por qué te vas? La increpo Ismael.
- Es que no me siento cómoda en un lugar donde no conozco a nadie. Respondió.
- ¡Quédate con nosotros! Sí eres amiga de Elena, también eres nuestra amiga. Replicó.
- Lo sé y se los agradezco mucho, pero de verdad quiero irme. Explicó Magdalena.
- ¿Te sientes mal? ¿Quieres que te acompañe? Pregunto Ismael.
- Estoy bien, no es eso, solo que no quiero estar aquí, no es necesario que me acompañes. Aclaró Magdalena.
- Bien, si quieres irte nos vamos, te acompañaré de todas formas, ya que no viniste sola y sé que no conoces mucho, no voy a dejar que te pierdas por ahí, esta ciudad es muy grande y no es bueno estar solo sí no la conoces. Insistió Ismael.
- De a cuerdo, pero solo hasta la estación del metro, no vas a tomar el metro conmigo hasta Tirso de Molina ¿O sí? Ironizó Magdalena.
- Casualmente vivo por ahí, así que seguramente, te acompañe hasta la estación, siempre y cuando tú quieras. Insistió Ismael.
- Sí vas para tu casa, no soy quien para impedírtelo, pero solo hasta la estación, nada de acompañarme hasta mi casa, no quiero que se confundan las cosas. Advirtió Magdalena.
- ¡Por supuesto! Yo voy hasta donde tú quieras. Contesto Ismael.
Los dos fueron hablando en el camino, Ismael no dejaba de coquetear, pero Magdalena solo le hablaba como a un amigo, hasta que llegaron a la estación de Tirso de Molina, donde se sentaron un rato en la plaza.
Eran las cinco y media de la mañana, Ismael no se iba y Magdalena quería estar sola.
Decidido, Ismael abordó a Magdalena robándole un beso, recibiendo por respuesta un fuerte empujón.
- ¿Qué haces? ¡No te equivoques! Yo te dije que no confundas las cosas. Replicó Magdalena.
- Tranquila, no es para tanto. Presionó Ismael.
- ¿Tranquila? ¡¿Estas de vivo?! Si querías que te rechazara como amigo, lo lograste, fui muy clara contigo cuando dije que no te confundas. Volvió a replicar Magdalena, parándose para irse.
Ismael la tomó por el brazo, Magdalena se zafó y corrió, pero al cruzar la calle, Isamel que corrió tras ella, casi es atropellado por un auto, cosa que lo detuvo, mientras Magdalena siguió corriendo.
Al doblar hacia la calle Relatores, Magdalena choco con un hombre ebrio, que bajaba del auto de sus amigos para entrar al edificio de la esquina.
- ¡Hey niña! ¡¿A ti que te pasa?! Regaño el hombre, que tendría sesenta y pico de años.
- ¡Perdón! Disculpe que no lo vi, le juro que no fue intencional ¿Usted está bien? Pregunto Magdalena, avergonzada por la situación.
- Estoy bien, gracias, disculpas aceptadas ¿Qué te hizo correr de esa manera? Pregunto.
- Un chico que me está siguiendo, quiere que este con él, no entiende que yo no quiero, intentó sujetarme fuerte, pude zafarme y salir corriendo, pero viene detrás de mí. Explicó.
- Ven, entra al edificio para que no te vea. Sugirió el hombre, mientras abría la puerta.
- ¡Gracias! Solo será un momento, no quiero molestarlo. Aclaró Magdalena, entrando al edificio.
El hombre cerró la puerta, Magdalena vigiló que Ismael siguiera de largo y espero unos minutos, para cerciorarse de que no volvería a pasar por esa calle.
- Creo que ya se fue ¡Muchas gracias! Imagino que en su estado, lo que menos quiere es tener problemas, espero que pueda perdonarme por meterlo en este lío. Se disculpó ella.
- No tienes que disculparte, ni tampoco agradecerme, ningún hombre debe faltarle el respeto a una dama, hasta un ebrio como yo, sabe tratar bien a una mujer. Explicó el hombre, que abría la puerta del edificio para que Magdalena saliera.
- No lo dudo, usted ha sido un caballero, lamentablemente los hombres que se me acercan no son así, me da mucha pena haberle causado problemas. Admitió Magdalena, ya estando los dos afuera del edificio.
- ¡Olvídalo! Deja de apenarte, si quieres hacer algo por mí, acompáñame a tomar un café. Dijo el hombre, caminando con Magdalena hasta la esquina.
- ¡Claro! Usted dirá, pero no a su casa, aun no nos conocemos lo suficiente para esa confianza, me entiende ¿Verdad? Yo soy Magdalena. Respondió.
- Entiendo y tienes mucha razón, sí quieres nos sentamos en la plaza mientras decidimos un lugar donde ir ¿Te parece? Mi nombre es Joaquín. Respondió el hombre.
- ¡Buena idea! Me gusta esa plaza, hay podremos pensar tranquilos.
Fueron hasta la plaza Tirso de Molina, se sentaron en un banco y hablaron hasta las seis y media, hora en la que se decidieron por el sitio al que irían a tomar el café.
Apenas se pararon del banco, se largó una lluvia torrencial que los dejó completamente empapados.
Joaquín no tenía un saco para ofrecerle, por lo que atinó a abrasarla, Magdalena, repentinamente se sintió atraída por él, se miraron fijamente a los ojos unos segundos, con una mano, Joaquín la tomó por la cintura, mientras con la otra, acarició su empapado rostro, sin resistir un segundo más, la besó apasionadamente, tanto, que Magdalena sintió desvanecerse y no pudo más que dejarse llevar.
La pasión dominó la situación, una química inexplicable invadió sus cuerpos, como un fuego que levantaba la temperatura de la atracción física, provocando la necesidad de despojarse de la ropa.
Así que, entre besos desenfrenados, fueron hasta el apartamento de Joaquín.
Al entrar, el juego de seducción los llevo a desvestirse el uno al otro, el deseo mutuo les impidió llegar al dormitorio, Joaquín sentó a Magdalena sobre la mesa de billar, la tomó de las caderas, haciéndola suya, en cuerpo y alma, amándose de una forma incontrolable, insaciable y lujuriosa, como dos animales en celo, que hacía tiempo necesitaban compañía.
Hasta que el amanecer, se convirtió en mañana, llegando así las ocho, la hora de irse. Magdalena no quería marcharse, pero sabía que debía hacerlo, debía ir por sus hijas ya que Macarena la estaba esperando para terminar de trabajar, era fin de semana, las niñas no tenían escuela y sería un día complicado en la parroquia por ser domingo.
- Tengo que irme, es un día difícil, tengo algunas responsabilidades, que dependen solo de mí. Dijo Magdalena, que se sentía algo extraña, como feliz, pero angustiada a la vez.
- Bueno, sí quieres irte no me opondré, pero si te hice sentir incomoda me gustaría saberlo. Contestó Joaquín, mirándola a los ojos, mientras ponía su mano sobre la de ella.
- ¡No! No, no es eso, me gusto mucho estar contigo, pero, aunque no quiera realmente tengo que irme. Explicó Magdalena, mientras se vestía.
- ¿Qué es lo que te impide quedarte? Pregunto Joaquín.
- Hay algo que no te dije, pero como no se a donde va todo esto, debes saberlo ahora, antes de que siga metiendo la pata… tengo dos hijas, Micaela de cinco años y Yazmín de cuatro años, Macarena, la niñera, me está esperando para irse, por eso tengo que irme, sí estas enojado y no quieres volver a verme, lo entenderé. Explicó Magdalena, que ya estaba parada junto a la puerta para irse.
- Bueno, ciertamente no esperaba que me dijeras eso, pero no creo que sea un problema para que nos sigamos viendo, en lo que a mí respecta, quiero seguir viéndote muchas veces más. Respondió Joaquín, apoyándose en la puerta, acorralando a Magdalena contra la misma, con un brazo la tomo por la cintura, estrujándola firme contra su cuerpo, se miraron cara a cara unos segundos y se fundieron alocadamente, en un beso de despedida.
- Por favor, no me lo hagas más difícil, déjame ir. Pidió Magdalena, que sentía el impulso de repetir la experiencia.
Joaquín bajo la mirada, abrió la puerta y volvió a mirarla, haciéndose a un lado para que saliera.
Bajaron las escaleras en silencio, salieron del edifico y se pararon frente a la puerta.
- ¿Podemos vernos hoy? Pregunto Joaquín, que se daba cuenta de que algo pasaba.
- No puedo, voy a estar todo el día con mis hijas, Macarena no puede quedarse con ellas, hay una charla pendiente entre los dos, yo voy a estar en la plaza con mis hijas, si vos quieres venir no hay problema y sí no quieres tampoco cambiara nada, pero lo que hay que hablar, lo hablaremos mañana en la noche, mi trabajo termina a las diez, nos encontramos en la plaza apenas salga, a no ser que te complique y no puedas. Propuso Magdalena.
- Descuida, la conversación no pasara de mañana, me gustas mucho, no sé que pasara entre nosotros, pero si sé, que necesito verte otra vez. Confirmó Joaquín, con el último beso de despedida.
Magdalena, saludando se fue alejando caminando marcha atrás, hasta que cruzó la calle, volteo un par de veces a verlo y se fue corriendo hasta la parroquia. 
Muchas preguntas daban vueltas en la cabeza de Magdalena ¿Qué era ese sentimiento que despertaba Joaquín en ella? ¿Llegaría esa relación a ser estable algún día? ¿Realmente estaba bien lo que había hecho? ¿Cómo podría confiar en alguien que apenas conocía? El poco tiempo que estuvieron hablando había despertado su interés en él, disfrutó mucho de su compañía, le gustó como pensaba, le parecía muy atractivo su aspecto bohemio y desgarbado, con mirada seductora y picardía en su contagiosa sonrisa, en ese momento ya se sentía atraída por él.
Por otro lado, Joaquín despertó en ella sensaciones que nunca había conocido, era como una atracción animal, completamente adictiva, que hacía nacer un sentimiento de dependencia mutua, no pudiendo dejar de pensar el uno en el otro.
A las cinco de la tarde, Magdalena estaba en la plaza con sus hijas, ellas fueron a los juegos de la plaza y Magdalena se sentó en un banco con su reproductor musical a vigilarlas, esperando a ver si Joaquín se aparecía, o aun no estaba preparado para dar ese paso.
Desde la ventana de su apartamento, Joaquín observaba la gente que pasaba por la plaza esperando ver a Magdalena, al verla con sus hijas, se quedo un rato mirando como jugaba con ellas, recordando cuando sus dos hijas eran pequeñas, todo lo bueno y malo que pasa cuando hay niños pequeños en una relación de pareja.
Nunca le gustaron los niños, aun menos los pequeños, pero Magdalena le gustaba mucho, quería verla, había algo especial en ella, realmente le atraía, sabía bien que sí se mostraba desinteresado en las niñas, Magdalena no volvería a salir con él.
Salió del edificio y fue hasta un kiosco, compro unas golosinas para las niñas y fue hasta la plaza a verla.
Magdalena estaba distraída mirando a sus hijas y escuchando música, Joaquín la sorprendió por detrás, lo que hizo que Magdalena se parara de un salto.
- ¡Viniste! Casi me matas del susto, pensé que no venias. Dijo Magdalena, contenta de ver que se había animado a ir.
- No sabía que les podría gustar, así que traje unas tonterías para las niñas. Dijo Joaquín, dándole la bolsa de golosinas.
- Gracias, no era necesario, basta con que hayas venido, aprecio mucho el esfuerzo que estás haciendo, apenas nos conocemos, no tienes obligación de hacer esto. Se sinceró.
- Yo también tengo dos hijas, solo que las mías son grandes como tú. Confesó Joaquín.
- Me deja más tranquila saberlo, pero ¿No les molesta que salgas con alguien de su edad? Pregunto Magdalena, mientras Joaquín la tomaba de la cintura, sonriendo con picardía y dulzura a la vez.
- Están muy ocupadas viviendo sus vidas, que no pierden tiempo en invadir la mía. Respondió Joaquín, a modo de tranquilizarla.
- Mis hijas son muy chicas, por lo que ningún hombre quiere estar conmigo. Se volvió a sincerar Magdalena, bajando la mirada, a lo que Joaquín tomo su mentón y subió su rostro, mirándola fijamente a los ojos.
- No voy a mentirte, aun no eh asimilado la noticia de tus hijas, nunca me han gustado los niños y no fingiré con ellas, pero puedo asegurarte que para mí no son un problema, realmente me gustas mucho, solo quiero estar contigo, sí otros hombres creen que tus hijas son un impedimento para estar contigo, seguramente no te conocen lo suficiente como para saber lo que están perdiendo. Contestó Joaquín, que tras decir esto, le robó un beso a Magdalena, dejándola sin aliento.
Al ver que un hombre besaba a su madre, Micaela y Yazmín corrieron hasta llegar a ellos, interrumpiendo lo que para ellas era una extraña situación.
- ¡Mamá, mamá! Gritaron las niñas, abrazando cada una las piernas de su madre.
- ¿Quién es ese señor? Pregunto tímidamente Micaela.
- El es Joaquín, un amigo de mamá, trajo unos caramelos para ustedes, saluden y a jugar, que en un rato nos vamos. Les dijo Magdalena, dándoles los caramelos.
- ¡Gracias Joaquín! Dijeron las niñas, le dieron un beso y corrieron a los juegos.
- ¡Caramba! Fue más rápido de lo que pensé. Comentó Joaquín, algo desconcertado.
- No estuvo mal para ser la primera vez que te ven. Lo alentó Magdalena.
- No lo sé, no les he dicho una palabra. Contestó Joaquín, preocupado.
- Estoy muy contenta de que vinieras, pero no fue una buena idea, no estás preparado para esto y no quiero que te sientas obligado, mejor dejemos las cosas como están, al menos podríamos tener una amistad, prefiero eso a salir lastimada. Dijo firme, tomado sus manos.
- Tal vez no debí haber venido, pero eso no quiere decir que tengamos que dejarlo, quizás debamos ir más despacio con las niñas, incluso por ellas mismas. Argumentó Joaquín.
- Tienes razón, la adaptación lleva tiempo, tanto la de ellas como la tuya, me hace sentir insegura el hecho de que no te adaptes y cambies de opinión, siento tu indecisión, te noto reticente al tema y sinceramente, no quiero sufrir. Contestó Magdalena, dando melancólica la espalda a Joaquín, echando un vistazo a sus hijas.
- No te preocupes por mí, preocúpate por tus hijas, lo mío es solucionable, solo hay que encontrarle la vuelta, por lo demás, te aseguro que lejos de mi esta la intención de hacerte sufrir. Aclaró Joaquín, que la tomó por los brazos y la volteó para verla a los ojos.
- Lo sé, mejor hablamos mañana cuando salga del trabajo. Contestó ella, acariciando el rostro de Joaquín.
- Sí es lo que quieres, por mí está bien, nos vemos mañana. Respondió Joaquín, tras despedirse con un beso intenso.
Magdalena, ahora más confundida, se fue con las niñas a la casa de Elena, para contarle lo que había pasado, seguro su opinión podría ser de mucha ayuda.
Por otro lado, Joaquín volvió a su apartamento, en el que le esperaba su novia Jimena, con quien vivía desde hacía diez años.
Joaquín tenía dos apartamentos en el edificio, el del piso de arriba era donde vivía con Jimena, el de abajo era su escritorio, el cual tiene un dormitorio, ya que en un principio él vivía hay, luego compró el de arriba, pero quiso dejar intacto el lugar, para cuando quería escribir en soledad, pasaba las noches en él y dormía en su antiguo dormitorio.
Joaquín y Jimena tenían una relación muy estable, hacía tiempo que Joaquín se había encaminado gracias a Jimena, tras una grave enfermedad que lo llevó a una importante depresión, por la cual se alejó de todo lo que tenía que ver con su vida pasada, previa a su enfermedad.
Prácticamente no salía de su casa a no ser para trabajar, u ocasionalmente a juntarse con amigos.
Joaquín solo había estado con Jimena después de los acontecimientos que cambiaron su vida, ella fue quien lo cuidó todo ese tiempo y seguía haciéndolo hasta ese momento.
El día que Joaquín y Magdalena se conocieron, él había ido al cumpleaños de un amigo, al que Jimena no asistió.
Después de lo que paso con Magdalena, Joaquín estaba algo confundido, no sabía bien qué hacer con lo que sentía por ella, apenas la conocía, tenía hijas pequeñas, lo que era todo un tema, además, no quería arriesgarse a perder a Jimena, realmente la quería mucho, pero aunque intentaba, no podía sacarse a Magdalena de la cabeza, nunca antes una mujer le había hecho sentir tantas cosas juntas al hacer el amor.
Joaquín no quería lastimar a Magdalena, pero tampoco quería dejar de verla.
Sí bien no estaba en sus planes dejar a Jimena, quería conocer mejor a Magdalena, para descifrar que es lo que le pasaba con ella.

Capitulo 3.

Tras contarle a Elena lo sucedido con Joaquín, ambas acordaron ir juntas a su encuentro, para que Elena le diera su opinión de él.
Como de costumbre, luego de salir del trabajo, fueron a la estación del metro, donde Magdalena se encontraría con él.
Como Joaquín demoraba mucho, Elena, creyendo que no vendría, aconsejó a Magdalena que se olvidara de él y se tomó el metro camino a su casa.
Inmediatamente, Magdalena salió de la estación, allí estaba Joaquín sentado, en el mismo banco que estuvieron la primera vez.
Magdalena se sentó junto a él, miró hacia el cielo y rompió el silencio.
- Dime ¿Qué debo hacer contigo? Preguntó, cerró los ojos e inclino su cabeza hacia abajo tapándose la cara con las manos, para contener las lagrimas.
- No lo sé, no tengo esa respuesta, quisiera que tú me lo dijeras. Respondió Joaquín, tomando las manos de Magdalena para descubrir su rostro.
- ¿Por qué no entraste a la estación? Preguntó Magdalena.
- Si entre, pero vi que no estabas sola y decidí esperarte aquí. Contestó Joaquín, esbozando una sonrisa, como si fuera algo lógico.
- Bien, quiero que seas sincero ¿Qué quieres de mí? ¿Qué te pasa conmigo? ¿Qué tipo de relación pretendes que tengamos? Pregunto firme Magdalena, con un dejo de temor en la mirada.
- Quiero conocerte, no sé qué me pasa contigo pero quiero descubrirlo, que tipo de relación, el tiempo lo dirá, por el momento, solo sé que quiero estar contigo, los términos vendrán a medida que descubramos que es lo que nos está pasando. Respondió Joaquín, acariciando el rostro de Magdalena, mirándola fijo a los ojos, como un te quiero melancólico.
- Bueno, no es la respuesta que esperaba, pero al menos eres sincero. Dijo Magdalena, dejando ver una sonrisa, mientras se le escapaba una lagrima.
- No intentes saltar etapas, disfruta lo que nos pasa y deja que sigua su curso, todo a su tiempo, que de por sí sólo irá dando sus frutos. Explicó Joaquín, secando la lagrima de Magdalena, inmediatamente la besó, pero esta vez, con más dulzura que pasión.
Sin más rodeos, fueron al apartamento de Joaquín, donde seguirían la conversación con más privacidad.
En el apartamento, sentados en el sofá, Joaquín sirvió wisky para los dos.
Mientras Magdalena, abriéndose como un libro ante él, contaba su pasado antes de viajar a España.
Al ver Magdalena que Joaquín no hablaba sobre él, pensó que tal vez aun no estaba listo, por lo que decidió indagar de a poco en el asunto.
- Ahora que sabes todo de mí, me gustaría saber de ti, solo lo que quieras contar, no quiero incomodarte. Pidió Magdalena sin insistir mucho en el tema.
- Está bien no me incomoda, tienes razón ¿Qué quieres saber? Pregunto Joaquín preparándose para responder.
- No lo sé ¿No crees que haya algo relevante que deba saber de ti? Repregunto Magdalena, con un dejo de leve sarcasmo.
- Bueno, te conté que tengo dos hijas grandes, ambas vienen seguido, en ocasiones se quedan a dormir ¿Qué más puedo decirte? Me gusta la música, soy músico, escritor, me gusta leer, tomar wisky, fumar, tengo muchos amigos, con los que solemos juntarnos muy seguido aquí en casa, no me gusta usar móvil, computadora, ni manejar.
Respondió Joaquín, resumiendo su auto descripción con una pequeña reseña de sí mismo.
- ¡Vaya! No está mal, hasta tenemos cosas en común, es un comienzo. Comentó Magdalena, en forma de aliento, mientras encendía un cigarrillo.
- Un comienzo que sin saber cómo sigue, seguramente no pasara desapercibido en nuestras vidas. Acotó Joaquín,  se acercó a Magdalena y la abrazó.
- A veces pienso que es una locura, apenas te conozco y me pasan tantas cosas contigo, no estoy segura de que este bien, pero siento que puedo confiar en vos, nunca antes me había pasado, eso me da miedo, no quiero salir lastimada con todo esto. Confesó Magdalena, recostándose de costado sobre el regazo de Joaquín.
- Estoy en la misma posición que tú, pero no tengo miedo, me gusta que pace y disfruto cada momento, entiendo tu miedo a ser lastimada, seguramente ya te ha pasado, es normal tener desconfianza, más aun cuando apenas me conoces, por eso no debemos saltar etapas, ahora mismo nos estamos conociendo, aun que para mí, es como si nos conociéramos de antes. Explicó Joaquín, acariciando con una mano el cabello de Magdalena, mientras con la otra acariciaba su cintura.
- Gracias, tu comprensión me saca un peso de encima, es importante para mí saber que lo tienes en cuenta. Apreció Magdalena, volteando hacia arriba para mirarlo a los ojos.
- No sé si soy para ti, sí serás para mí, si debemos amarnos o dejarlo, tal vez no tengamos más noches, tal vez no seas tú la mujer de mi vida, pero en este momento el mundo dejo de existir, lo que provocas en mí, hace que seas la única persona con la que quiero estar. Confesó Joaquín, dándole un beso estremecedor con una pequeña sensación de consternación, ya que su conciencia lo atormentaba por no ser sincero con ambas mujeres, lo que para él era una situación extraña, ya que nunca antes había tenido conciencia ante situaciones similares.
Magdalena se dejo llevar lentamente por Joaquín, esta vez se entrego tierna, dulce, suave, con los sentimientos a flor de piel.
Los sentidos se agudizaron, ambos podían sentir el perfume natural del otro, desnudarse con la mirada antes de deshacerse de sus prendas, descifrar cada pequeño sonido como un manual que indica por donde avanzar, el sabor de los besos recorriendo cada parte de sus cuerpos, el tacto de las caricias que vagan con delicadeza y precisión sobre la piel.
Dejaron volar tan alto sus mentes, que sus almas se fundieron, logrando una unión más allá de la física, amándose sinceramente, sintiendo que nada en la vida tendría sentido, sí no estaban el uno con el otro.
Fue la primera vez que ambos, descubrieron como se hace realmente el amor.
Desnudos, abrazados en el sofá, los sorprendió el amanecer, el sol los despertó, indicando que era momento de despedirse.
Magdalena se vistió, fue hasta la cocina y preparo dos cafés.
Al volver al living con los cafés, Joaquín ya estaba vestido, se sentó junto a él a tomar el café, eh inmediatamente él la sorprendió con un beso tierno en el cuello.
- Sabes que tengo que irme, no me lo hagas más difícil. Pidió Magdalena, con los ojos cerrados dejándose besar.
- ¡Quédate! Sé que no quieres irte, lo veo en tus ojos, tu piel me lo dice. Insistió Joaquín, entre besos susurrándole al oído.
- No me hagas esto por favor, me vas a enloquecer, mis hijas me están esperando, debo marcharme ahora. Rogó Magdalena, abriendo los ojos, lo miro firme, pero se notaba el deseo en su mirada, así que Joaquín la besó con premeditación y alevosía.
- ¡Ya! No puedo, me voy, acompáñame a la puerta ¿Si? Frenó Magdalena, apenada por no poder quedarse.
- Como quieras ¿Cuándo te veré de nuevo? Lo de anoche fue especial, quiero que hagamos el amor otra vez. Insistió Joaquín, sujetando la cintura de Magdalena, mientras con la otra mano acariciaba su mejilla.
- Hoy no puedo Macarena no puede quedarse con las niñas, mañana de noche ¿Me esperas a las diez y cuarto en el banco de la plaza? Preguntó Magdalena, con amor puro en su mirada.
- Hay estaré esperándote ansioso, no veo la hora de que sea miércoles, ya quiero que estés aquí de vuelta. Respondió Joaquín, abrazándola fuerte.
Se despidieron en la puerta del edificio, con un fogoso beso que traía consigo el sabor amargo de las despedidas.
Magdalena se fue y Joaquín volvió a su apartamento, ahora más confundido, su conciencia trataba de obligarlo a tomar una decisión, arriesgarse a empezar de nuevo o hacer como si nunca hubiera pasado nada para mantener la actual estabilidad.
Después de trabajar, Magdalena y sus hijas fueron a quedarse en la casa de Elena.
Mientras las niñas miraban dibujitos en el dormitorio de Elena, ambas bebían cerveza en el living, viendo películas románticas.
- ¿Qué paso ayer después que me fui? Preguntó Elena, encendiendo un cigarrillo.
- Cuando salí de la estación, estaba sentado en nuestro banco esperándome, dice que no quiso entrar porque vio que estaba contigo y pensó que estaba ocupada. Contestó Magdalena, restándole importancia.
- Pues qué raro, parece que no quisiera que lo vieran ¿No será casado? Sospechó Elena, sirviendo más cerveza para las dos.
- ¡Ni lo digas! Ya lo he pensando, no sé porque, pero confío en él. Respondió Magdalena, tomando toda la cerveza de un sorbo.
- ¡Wow! Cuanta confianza, con esa seguridad mañana mismo me estoy casando. Ironizó Elena, llenando el vaso de Magdalena.
- ¡Ya! No descanses conmigo, no estoy para bromas, en serio. Replicó Magdalena, pegándole a Elena con un almohadón en la cabeza.
- ¡Oye, oye! Tranquila, solo decía ¿Crees que sea otra cosa? Preguntó Elena, insistente en el tema que aun no le cerraba.
- ¡No lo sé! ¿Qué otra cosa podría ser? ¿Prófugo de la ley? ¿Un asesino serial? Sea lo que sea, sí es grave no tardare en saberlo, las malas noticias son las primeras que llegan, nunca falta una persona que se encargue de hacerlas llegar. Contestó Magdalena, encendiendo un cigarro.
- Es cierto, quien sabe, pero hay algo en todo esto que no me cierra y la curiosidad me va a matar. Dijo Elena, a modo de broma, pero manteniendo su postura.
- ¡Bien! Sí querías intrigarme ya lo conseguiste ¡¿Qué pasa contigo?! Ni siquiera lo conoces. Replicó Magdalena, empezando a molestarse.
- ¡Justamente! Creo que esconde algo, por eso no quiere que lo vean contigo. Insistió Elena, ensimismada en el tema.
- ¡No seas infantil! Antes de sacar conclusiones deberías conocerlo, quédate tranquila no pasara de mañana, ya verás. Estalló Magdalena, enojada y desafiante.
- No te enfades conmigo, solo quería ayudar, no quiero que ese tal Joaquín te lastime, eres mi amiga y los hombres son destructivos, debes estar atenta nunca se sabe con ellos. Explicó Elena, intentando calmarla.
- Lo sé y tienes razón, te agradezco tu preocupación, mejor terminemos el tema por acá, mañana cuando lo conozcas me dices que te pareció ¿Si? Respondió Magdalena, logrando calmarse.
- ¡Trato hecho! Mañana seguimos hablando de esto, por hoy fue suficiente, perdóname, no pensé que te ibas a enojar así, te quiero mucho amiga. Se disculpó Elena, apenada.
- ¿Cómo no perdonarte? Sí eres la mejor amiga del mundo, yo también te quiero mucho. Contestó Magdalena, seguido de un gran abrazo entre ambas.
Así fue que junto a Elena, idearon un plan para que se conocieran simulando una situación casual, de esa forma Joaquín no sospecharía.
La noche siguiente, tras dejar a sus hijas con Macarena, Magdalena y Elena coordinaban los detalles del plan cuando salían del trabajo.
Magdalena fue a la plaza al encuentro de Joaquín, mientras Elena daba la vuelta por la calle de atrás para aparecer por el otro lado de la plaza, fingiendo haber olvidado las llaves en el trabajo.
Al llegar Madalena, se sentó en el banco de siempre a esperar que llegara Joaquín, quien no tardó más de dos minutos en llegar.
Con una mano tapó los ojos de Magdalena mientras con la otra sostenía una flor frente a su rostro.
Destapó los ojos de Magdalena, ella vio la flor, volteó e inmediatamente lo abrazó con ternura.
Elena, que esperaba atenta el momento de hacer su aparición, comenzó a caminar despacio hacia ellos, mirando hacia otros lados para disimular.
Joaquín y Magdalena celebraron con un largo beso su reencuentro, Magdalena tomó la flor y la guardó dentro de su cuaderno, donde escribía sus novelas y canciones.
Elena, casi al lado de ellos, aprovecho el momento para interrumpir y accionar.
- Gracias, es un lindo detalle. Apreció Magdalena, abrazándolo nuevamente.
- ¡Magdalena! Menos mal que te encuentro ¿Qué haces aquí? ¿Interrumpo algo? Preguntó Elena, fingiendo el encuentro.
- ¡Elena! ¿No te habías ido a tu casa? ¿Qué te paso? Preguntó Magdalena, siguiendo el plan.
- Antes de subir al metro me di cuenta que no tenía la llaves, ahora tengo que esperar hasta mañana que abran la bodega para recuperarlas, no sé que voy a hacer, no tengo donde ir esta noche. Argumentó Elena, dando pie a Magdalena para continuar.
- Descuida, veré que puedo hacer no te preocupes. Fingió tranquilizarla Magdalena.
- ¡Gracias amiga! Eres mi salvación. Agradeció Elena, como estaba pautado.
- ¡Disculpen mi grosería! No los he presentado, ella es mi amiga Elena, trabaja conmigo en la bodega, es quien me enseñó el oficio de mesera. La presentó Magdalena.
- Un gusto. Saludó Elena.
- El es Joaquín. Lo Presentó Magdalena, sin más detalles.
- Encantado de verte. Saludó Joaquín, adivinando lo que pasaría.
- Elena ¿Me esperas un segundo? Necesito hablar con Joaquín. Dijo Magdalena, continuando con lo planeado.
- ¡Presupuesto! Tómense el tiempo que deseen. Afirmó Elena, alejándose unos metros de ellos.
- ¿Te molestaría que viniera con nosotros? Por favor se sincero, no quiero que te sientas obligado. Preguntó Magdalena, dejando ver en su rostro el temor de estar metiendo la pata.
- Tranquila, no me molesta ¿A dónde vamos con Elena? Preguntó Joaquín, con una pacifica sonrisa.
- No lo sé, elige tú el lugar, no quiero complicar más las cosas. Contestó Magdalena, arrepentida de efectuar el plan con Elena.
- Entonces vamos a un bar donde leen poesía y tomamos unos cafés ¿Qué te parece? Propuso Joaquín, para finalizar el dilema.
- ¡Excelente! Gracias, realmente quiero estar contigo, pensé que querrías irte. Admitió Magdalena, tomándolo por sorpresa con un beso.

- ¡Vamos! Dile a Elena que iremos todos juntos al bar. Apresuró Joaquín que lo imaginaba en cuanto vio llegar a Elena. 
Los tres tomaron el metro camino a la Puerta del Sol.

Cuando llegaron al bar se sentaron en una mesa, Joaquín pidió un whisky y cerveza para ellas.

- Me contó Magdalena que se conocieron hace unos días ¿Qué tipo de relación quieres tener con ella? Preguntó Elena, con su característico rostro de piedra.

- Es muy pronto para etiquetar nuestra relación, aun nos estamos conociendo. Respondió Joaquín, esbozando una sonrisa.

- También me contó que ya conociste a las niñas ¿Qué tal te han caído? Preguntó Elena, con gran insistencia.

- No sabría que decirte, apenas las vi unos instantes mientras jugaban en la plaza, me saludaron y eso fue todo, pero parecen lindas niñas. Respondió Joaquín, sonriendo con calma.

- ¿Has pensado en un futuro junto a Magdalena y sus niñas? Preguntó Elena, incisiva.

- ¿Eres policía? Porque esto parece un interrogatorio. Repreguntó Joaquín, esta vez con una sonrisa irónica, pero sin perder la calma.

- No lo soy, sólo pregunto porque me importa todo lo que pasa con mi amiga, a demás no has contestado mi pregunta. Respondió Elena, volviendo al tema inmediatamente.

- Tu preocupación demuestra que eres una buena amiga, pero no tengo la respuesta a tu pregunta, ya que aun no lo hemos hablado con Magdalena. Contestó Joaquín, evadiendo el tema.

- Bueno pero ¿Quieres tener una relación estable o algo pasajero? Volvió a insistir Elena.

- Estas reiterando tu primera pregunta, la cual ya respondí. Dijo Joaquín, cortante pero sonriendo.

- Creo que por hoy estuvo bien el cuestionario, mejor participemos del concurso de karaoke ¿Me inscribes Elena? Intervino Magdalena, para distender la situación.

- Desde luego, has de cuenta que ya hemos ganado. Respondió Elena guiñando un ojo.

Magdalena aprovecho que estaban solos para conversar con Joaquín.

- ¿Elena te esta incomodando? Preguntó Magdalena preocupada.

- Es algo invasiva, pero se nota que te quiere mucho, está muy preocupada por lo que pueda pasarte. Respondió Joaquín, con su habitual sonrisa.

- Lo sé, ella es así, más que una amiga es una hermana. Comentó Magdalena, mirando hacia el lugar donde estaba Elena.

- En la vida los amigos son muy importantes, más cuando de la amistad se pasa a la hermandad. Acotó Joaquín, reafirmando lo dicho por Magdalena.

- Elena ha sido de las personas que más me han ayudado desde que llegué a Madrid, ella y el Padre Jorge, él me da asilo en la parroquia San Sebastián desde el primer día que llegue, hasta que pueda pagar un hotel que acepten niños. Agregó Magdalena.

- No me dijiste que te estabas quedando en una iglesia ¿Aun no has encontrado un hotel? Preguntó Joaquín, asombrado de que Magdalena estuviera en una parroquia.

- No, aun no, pero no te preocupes ya lo solucionaré. Respondió Magdalena, restándole importancia al asunto.

- ¿Crees que puedas pagar un hotel con lo que ganas en tu trabajo? Preguntó Joaquín, volviendo al tema preocupado.

- Tengo un hotel en vista, pero tengo que pagar por adelantado y el salario lo cobro en tres semanas porque la primera fue de prueba y me enseñaron el oficio así que la trabaje gratis, no sé si me alcanzara, igual me voy a enterar cuando cobre. Respondió Magdalena, despreocupada.

- Confías demasiado en que todo estará bien. Dijo Joaquín.

- ¿Eso es bueno o malo? Preguntó Magdalena.

- No lo sé, pero hay que ser prevenido, nunca se sabe lo que pueda pasar. Contestó Joaquín, terminando su Whisky.

- ¿Te molesta que este en la parroquia? Pregunto Magdalena que intuyo le reacción de Joaquín al desrícelo.

- En realidad no, sólo me llamó la atención, tal vez porque no soy creyente, no se me hubiera ocurrido que estas parando en una iglesia. Respondió Joaquín, riendo.

- No te lo dije antes porque pensé que te daría lastima y ese no es el sentimiento que quiero despertar en ti. Confesó Magdalena, bajando la cabeza avergonzada.

- ¡No te avergüences por eso! Jamás sentiría lastima por ti, lo que despiertas en mi está muy lejos de ese sentimiento, te lo aseguro. Replicó Joaquín, levantó con su mano el rostro de Magdalena, la miro a los ojos y ella lo abrazó.

- Gracias, necesitaba escucharlo de ti. Agradeció Magdalena, con los ojos llorosos.

- No digas nada, los sentimientos no se agradecen, se sienten. Dijo Joaquín, acarició la mejilla de Magdalena y la besó suavemente de manera romántica y dulce.

Elena volvió a la mesa y se sentó junto a ellos sin decir palabra para no interrumpir.

- ¡Elena! ¿Por qué no dijiste que habías vuelto? Pregunto Magdalena, luego del largo beso.

- No quería interrumpir ya los interrumpí hoy en la plaza, con una ves es suficiente sino Joaquín me va a tomar idea. Contestó Elena, riendo.

- Descuida Elena, si no te tomé idea después de la plaza y el interrogatorio no lo hare ahora ¿Las anotaron en el concurso? Preguntó Joaquín con simpatía.

- Si, ya tenemos que acercarnos al escenario nos están por llamar. Respondió Elena.

Terminado el concurso, Elena ganó y compartió el premio con ambos ya que era una botella de Whisky, luego de terminar la botella, dejaron a Elena de pasada en el taxi y siguieron viaje rumbo al apartamento de Joaquín, donde pasaron el resto de la noche apasionadamente juntos.

Capitulo 4.

Pasaron tres meses desde que Magdalena llegó a Madrid, durante ese tiempo estuvo viviendo en un hotel, hasta que por fin, ella y Elena se juntaron para alquilar un apartamento más grande, de tres habitaciones, para que las niñas y ambas tuvieran su lugar.

Con Joaquín seguían conociéndose, pero la relación era mucho más solida, él y las niñas se llevaban bien, aunque no las veía muy seguido ya que cuando salían juntos, ellas se quedaban con Elena o Macarena.

En el trabajo todo iba bien, con lo que ganaban junto a Elena no pasaban necesidades.

Siempre que podía se daba un tiempo para ir a la iglesia a visitar a Marta y a darle una mano al padre Jorge en lo que necesitara, Magdalena tenía muy presente lo que habían hecho por ella y estaba muy agradecida, por lo cual, siempre estaba dispuesta a ayudar.

Las niñas ya concurrían a una escuela cerca del nuevo apartamento y hasta tenían amigos con los que se visitaban.

De cierta manera, su vida en Madrid parecía estar encaminándose de a poco.

Esa noche tenían planeado festejar el cumpleaños de Elena, por lo que asistirían todos sus amigos.

Magdalena invitó a Joaquín, pero unas horas antas de la fiesta le avisó que no podría ir.

- ¿Otra vez lo mismo? Cada vez que Joaquín va a conocer a nuestros amigos pasa algo a último momento. Reprochó Elena, sacando conclusiones como de costumbre.

- No sé que decirte, tú siempre estas buscando la quinta pata al gato, pero puede que esta vez tengas razón. Contestó Magdalena, comenzando a dudar.

- Si quieres vamos a su casa y lo seguimos. Propuso Elena, interesada en el tema.

- No me parece que sea buena idea. Dijo Magdalena, echándose a atrás.

- Tu sabes que o digo lo que pienso, pero no tomes mi punto de vista como algo literal, sólo tenlo en cuentas ¿Si? Aclaró Elena que tampoco quería crear un problema entre ambos sin tener pruebas de sus sospechas.

- Tranquila Elena, tú eres mi amiga, si lo dices es porque me quieres y te preocupa la situación, lo voy a tener en cuenta. La tranquilizó Magdalena que de todos modos quedó pensando en el asunto.

Al caer la noche, luego de la reunión en casa de Elena, dejaron a las niñas con Macarena y decidieron continuar el cumpleaños saliendo de tapas.

Al llegar a un pub de poesía cercano a la Puerta del Sol, pidieron una mesa grande para sentarse todos juntos y tres cajones de cerveza para todos.

Magdalena vio que la gente se estaban inscribiendo para recitar poemas escritos por ellos mismos, así que se puso en la fila para anotarse, Ismael, el amigo de Elena que después del entredicho con Magdalena aun insistía en conquistarla, se puso detrás de ella en la fila y la sorprendió bruscamente al acercarse despacio para hablarle al oído.

- ¿Otra vez sola? Ironizó Ismael.

- ¿Quieres matarme de un susto? ¡Déjame en paz! Replicó Magdalena, ya no sabía que más hacer para sacárselo de encima.

- Disculpa no quise asustarte, sólo quería saber él si te falló otra vez. Se excusó Ismael, fingiendo estar preocupado.

- No es asunto tuyo. Lo ninguneo Magdalena, deseando que se fuera ofendido.

- ¿Porque me tratas así? Pensaba ayudarte, si quieres podemos seguirlo en mi auto, yo te llevo sin compromiso, no te mereces que te este haciendo esto, eres joven, buena y tienes dos hijas maravillosas que necesitan una familia, él te está usando para sentirse joven, pero no es más que un viejo mentiroso con el que nunca llegaras a nada. Insistió Ismael que no se daba por vencido.

- Mira, vos no lo conoces, así que no te gastes en hablar de él porque te aseguro que no le llegas ni a los talones. Magdalena lo puso en su lugar, comenzando a perder la paciencia.

- Si me das una oportunidad te demostrare que soy mejor que él y puedo darte mucho más de lo que te ofrece. Alardeó Ismael, ofreciéndole de su trago a Magdalena que se negó a aceptar con la cabeza.

- Es que no me interesa. Lo ignoró Magdalena, dándole la espalda.

- Ya me buscaras cuando te des cuenta que lo que tienes con él no es más que un engaño. Ironizó Ismael entre dientes, volviendo a la mesa.

- Prefiero ser una solterona. Retrucó Magdalena, conteniéndose para no arruinar el cumpleaños.

Magdalena bailó con Elena hasta que llego su turno para recitar el poema.

Subió al escenario, se sentó en la banqueta y acomodo el micrófono, al mirar hacia el público, se dio cuenta que en la puerta de entrada acababa de llegar Joaquín, acompañado por una mujer a la que ella no conocía, pero por la edad no podía ninguna de sus hijas.

Joaquín no vio que Magdalena y Elena estaban en el lugar, comenzó a saludar personas que trabajaban en el lugar y luego busco una mesa para sentarse.

Magdalena se puso nerviosa, respiro hondo y empezó a recitar un poema improbisado.

- ¿Qué le voy a hacer si no puedo huir de lo que siento?

¿Cómo escapar del amor cuando la felicidad que me deja me hace daño?

Si no es real, no estás aquí y nunca estarás conmigo.

¿Por qué seguir sufriendo por un amor platónico? Si no sabes que existo.

Vivo y respiro por ti cada día, motivada por un tonto e imposible sueño.

Todas las noches deseo arrancarme la vida porque sin ti no tiene sentido.

La absurda esperanza de que nada es imposibles me ata a este cruel mundo.

Solo que esa esperanza no llena el vacío que me ha impuesto el bastardo destino.

¿Porque te conocí si no puedo tenerte? ¿Por qué me enamoré de un absurdo?

Estas hecho a mi medida que no me hago a la idea de que jamás estaremos juntos.

Pero ya lo decidí, buscare la manera de olvidarte, muriendo si es necesario.

No quiero sufrir más, me canse de esperarte y llorar viendo pasar los años.

Recitó Magdalena, mirando fijamente a Joaquín sin poder contener las lágrimas, pero mostrándose fuerte.

Joaquín observó estupefacto a Magdalena recitando desde el comienzo, cuando la vio saludar para bajarse del escenario, se excusó con Jimena diciendo que iba al baño para poder hablar con Magdalena.

Magdalena bajo rápidamente del escenario y corrió al baño, Elena desconcertada la siguió y se quedó en la puerta del lado de afuera, Joaquín rápidamente se dirigió hasta Elena para aclarar la situación con Magdalena.

- Elena felicidades por tu cumpleaños, disculpa que no pude ir a la reunión ¿Sabes dónde está Magdalena? Preguntó Joaquín, un poco alterado.

- Gracias, está en el baño ¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste que estábamos en este lugar? Preguntó Elena, sospechando que el malestar de Magdalena tenía algo que ver con la presencia de Joaquín en el sitio.

- En realidad no lo sabía, ha sido una desafortunada casualidad ¿Crees que pueda hablar con ella? Preguntó Joaquín, ansioso.

- Es que no sé que le ha pasado, sólo dijo que se sentía mal y corrió a encerrarse aquí ¿No tendrás tú algo que ver con su malestar? Preguntó Elena de manera sarcástica.

- Te lo diré si me ayudas a hablar con ella. Contestó Joaquín, apenado.

- La convenceré para que hable contigo, pero del resto te encargas tú, ahora habla. Dijo Elena, en tono altanero.

- Hace años vivo en pareja con Jimena, Magdalena nos vio entrando antes de empezar a recitar el poema, seguramente está muy dolida por eso quiero hablar con ella y evitar que se arme un problema si se encuentran, te agradecería que me ayudaras a que no se crucen, Jimena es la que está sentada en la mesa de allá. Confesó Joaquín, señalado la mesa donde se encontraba Jimena.

- ¡Tú sí que tienes un rostro de piedra! ¿Cómo puedes pedirme ayuda después lo que hiciste? Magdalena es mi amiga, no se merece que le hagas esto, te voy a ayudar porque no quiero que termine más lastimada y voy a convencerla para que hable contigo sólo porque te lo prometí, pero que te quede claro que no te lo mereces. Reprochó Elena, muy enfadada con Joaquín.

- Te lo agradezco mucho, sé que tienes razón, me comporte como un idiota y quiero repararlo, no era mi intención lastimarla pero la situación se me fue de las manos, Jimena ha sido una persona muy especial en mi vida, parte fundamentar en mi recuperación cuando estuve enfermo, quien estuvo a mi lado cuidándome a cada momento, soportando mis asperezas como mi gran compañera en mi momento de mayor soledad, con Magdalena es diferente, no puedo decirte que me enamore porque no sé lo que es el amor, pero creo que es lo más parecido que he experimentado y no quiero perderla. Se sinceró Joaquín, empeñado en que Elena comprendiera.

- Mira Joaquín, guarda tus excusas para Magdalena, a mi no tienes que explicarme nada, dije que te ayudaría y así será, pero no puedes pretender estar con las dos como si nada porque Magdalena no lo va a aceptar, vas a tener que tomar una decisión, antes de que sea demasiado tarde para elegir, en eso no te puedo ayudar sólo depende de ti. Aconsejó Elena muy seria, sin saber que hacer para reparar la situación ya que le agradaba Joaquín y le apenaba que no estuviera con Magdalena.

- Eres una gran amiga Elena, gracias. Agradeció Joaquín, pensando en las palabras de Elena.

Elena entró al baño para hablar con Magdalena que estaba llorando, encerrada en el cubículo del inodoro.

- Magui, amiga, abre la puerta, tenemos que hablar. Dijo Elena, en tono imperativo.

Magdalena abrió la puerta e inmediatamente Elena la tomó por el brazo y le lavó la cara.

- Escucha bien lo que te voy a decir, lo sé todo, Joaquín habló conmigo recién y me contó lo que pasó, antes que nada quiero pedirte que hables con él y después de escucharlo toma la decisión que quieras, pero deja que él te explique bien ¿Si? La aconsejó Elena secándole el rostro.

- ¿Estás loca? ¿Por qué me pides eso? ¡¿No ves que me estoy muriendo?! Replicó Magdalena que pasó de la tristeza al enojo en un segundo.

- No digo que hables ahora, pero se deben una conversación ¡No seas terca Magdala! Habla con él yo sé lo que te digo, por favor hazme caso esta vez. Insistió Elena.

- ¡Esta bien! Lo haré porque tú me lo pides, pero ahora voy a ajustar cuentas con él porque no pienso quedarme con esta bronca en la garganta. Aclaró Magdalena furiosa.

- ¡Espera! Cálmate, no hagas locuras ¡Dios Santo! Intentó frenarla Elena, mientras Magdalena salía del baño decidida a formar un escándalo.

Joaquín estaba en el pasillo esperando que salieran del baño.

Magdalena aceleró el paso en dirección a Joaquín que se daba vuelta al escuchar que salieron del baño, al llegar a él lo empujo bruscamente contra la pared.

- ¡Eres un maldito bastardo! Te pedí que no me lastimaras y te defecaste en mis sentimientos, me engatusaste con tus mentiras y te importo un cuerno si estaba enamorada, dime ¡¿Qué carajo hago ahora con este amor?! ¡¿Dónde me lo meto?! Gritó Magdalena con todas sus fuerzas, mientras Elena la agarraba para que no lo siguiera empujando.

- Lamento haberte lastimado, lo siento mucho, por favor discúlpame, me comporte como un imbécil, pero necesito que me escuches. Se disculpó Joaquín, intentando entablar una conversación.

- ¡Tranquila Magdala! Te soltaré si prometes mantener la calma. La tranquilizó Elena con firmeza.

- ¡Bien! Lo prometo. Prometió Magdalena intentando cumplir.

- Lo mejor será que yo me vaya, así podrán hablar más cómodos los dos, cualquier cosa me llaman. Aportó Elena, yendo hacia la mesa donde estaba Jimena, para distraerla por si decidía ir a buscar a Joaquín en su demora.

Joaquín tomó por los brazos firmemente a Magdalena y la encerró en uno de los cubículos del baño para caballeros, de manera que Jimena no los viera y poder estar en un lugar más íntimo.

- Escucha, no fui sincero contigo y aunque sea tarde, necesito explicarte lo que me pasa, hace varios años vivo con Jimena que es una gran mujer, ella ha estado a mi lado acompañándome en los momentos más difíciles de mi vida, me ha cuidado cuando estuve enfermo, ha sido la mejor compañera que he tenido y no sé que hacer, no estoy preparado para romper su corazón. Confesó Joaquín, sin soltar a Magdalena para evitar que se fuera antes de que terminara de explicarle.

- ¿Para esto querías hablar conmigo? ¿Para decirme que ella es importante para ti? No te preocupes que ya entendí el mensaje, no me voy a meter entre ustedes, porque no me vas a volver a ver ¡Qué sean muy felices juntos! Ironizó Magdalena, intentando zafarse de las manos de Joaquín.

- Espera, aun no he terminado, no quiero perderte, no sé que hacer, pero sé que quiero estar contigo, tú has cambiado mi vida y de una forma u otra necesito que seas parte de ella, puede que suene egoísta pero sólo te pido un poco de tiempo para hablar con ella de manera que no le sea tan doloroso. Explicó Joaquín, entre una mezcla de lastima, inseguridad, indecisión, seriedad y sinceridad.

- ¡Bien! Entonces búscame cuando sepas que hacer, porque no voy a permitir que sigas jugando conmigo, el que está indeciso eres tú no yo, no hay más nada que hablar, esta conversación llego a su fin. Aclaró Magdalena, irritada por la situación.

- Sólo dame una oportunidad. Insistió Joaquín, al ver que todo se le iba de las manos.

- ¡Ya te di una oportunidad! Y la tiraste a la basura junto con mis sentimientos, ahora es tarde, ve con tu mujer y déjame en paz. Gritó Magdalena rabiosa, liberándose de Joaquín que la dejó irse sin persistir más.

Magdalena salió corriendo del Pub, al verla Elena fue tras ella, la siguió corriendo hasta la plaza de la Puerta del Sol, donde al lograr alcanzarla la abrazó fuerte por la espalda mientras Magdalena explotando en ira intentaba sin éxito soltarse con movimientos bruscos, hasta que finalmente cayó de rodillas rendida y comenzó a llorar desconsoladamente en los brazos de Elena.

- Tranquila Magdala, respira profundo amiga, por favor no me gusta verte así. Intentó calmarla Elena, mientras la abrazaba con más fuerza y besaba su frente reiteradas veces en forma maternal.

- ¡No puedo más Elena! Me quiero morir ¡Soy una imbécil! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¡No aprendo más! Gritaba dolida Magdalena, buscando una explicación.

- ¡Escúchame bien! Él se lo pierde, tú eres una persona maravillosa y él no te merece, no lo veas como algo malo, abriste los ojos a tiempo ¡Ha sido lo mejor! No sufras por alguien que no vale la pena. Replicó Elena.

- ¿Y qué quieres que haga? Para ti es fácil decirlo, pero a mí me duele Elena, yo lo amo ¿Podes entender eso? Lloraba Magdalena completamente destrozada.

Elena se desfiguró repentinamente, sujetó a Magdalena por los brazos, quedando las dos de frente arrodilladas en el piso.

- ¿Qué si puedo entenderlo? ¡¿Cómo quieres que entienda que estas sufriendo por un gilipollas?! Habiendo tantas personas a tu alrededor que te amamos y tu pensando en ese idiota ¿Acaso no ves que no estás sola?¿Crees que no sé lo que sientes? ¡Por supuesto que lo sé! Cada día que pasaba te veía feliz con él y me alegraba por ti, pero mis sentimientos crecieron y ya no puedo ocultarlo más, me gustas Magdala, quiero ser esa persona que te haga feliz, amarte como te mereces, formar una familia con tus hijas y salir adelante las cuatro juntas. Estalló Elena, confesando abruptamente sus sentimientos, ante la desconcertada mirada de Magdalena.

- Por favor Elena, no me hagas esto, tú eres mi única amiga. Contestó Magdalena, petrificada.

- Lo sé, es una locura, pero me enamore y no puede evitarlo, no te alejes de mi, dame la posibilidad de demostrarte que si funcionará. Insistió Elena que sin más vueltas, la sorprendió con un beso.

- No puede ser, estas completamente loca, vamos a casa no quiero hablar aquí. Dijo Magdalena que no podía salir de su asombro.

- Claro, no hay problema, allá hablaremos mejor. Aceptó Elena que ya estaba jugada.

Al llegar a la casa las niñas dormían, Macarena estaba dormida en el sillón y todo estaba en silencio.

Fueron al dormitorio de Elena que era el más alejado de la casa, cerraron la puerta con llave y se sentaron frente a frente en la cama.

- ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué actuaste así en la plaza? Reprocho Magdalena.

- Ya te dije que me pasa ¿Es qué quieres un manual o qué? Rió Elena, rompiendo el hielo.

- No te hagas la graciosa ¿Fue una broma o es en serio? Preguntó seria Magdalena.

- ¿A vos te parece que esto es una broma? Preguntó Elena, acercándose a Magdalena hasta quedar sus rostros a medio centímetro.

- Esto no está bien, tú eres mi amiga ¡No sigas por favor! Pidió Magdalena, bloqueada.

- ¡Es que no quiero ser tu estúpida amiga! ¿Puedes entenderlo tú? Explotó Elena.

- Yo, no sé que decir. Respondió Magdalena, sin saber como reaccionar ante la situación.

- No digas nada, sólo déjate llevar, yo me encargo del resto. Sonrió Elena mirándola a los ojos, con su mano tomó el rostro de Magdalena, acariciándola, se acerco despacio y la besó dulce e intensamente dejándola sin habla.

Se miraron fijo un instante, Magdalena intento hablar pero Elena puso su dedo sobre los labios de Magdalena para que se callara y no la dejó continuar.

Elena comenzó volvió a besar a Magdalena, esta vez de manera más intensa, parando por su oreja hasta llegar a su cuello, mientras le desprendía los botones de la blusa.

Magdalena, asombrada y desconcertada, se sorprendió aun más al darse cuenta de que la situación no le desagradaba para nada, por lo que decidió dejarse llevar por su amiga.

Elena desvistió a Magdalena a la vez que se desasía de su ropa, le soltó la cabellera y empezó a jugar con sus manos a recorrer su cuerpo lentamente, mientras sus labios comenzaban a descender por los puntos exactos.

Magdalena sentía una gran química sexual que comenzaba a subir la temperatura del lugar, una fuerte sensación la hizo perder la conciencia unos segundos, para luego despertar en ella una gran atracción física con necesidad de saciar a Elena, así que avanzó besándola, puso una mano en su entrepierna para acariciarla suavemente, al mismo tiempo que los besos no vacilaron para llegar a su pecho.

Elena, completamente entregada, se dejó llevar por el éxtasis culminante entre los dedos de Magdalena que hasta ese momento, la dominaron irresistiblemente a su antojo.

Finalmente, Elena besó tiernamente a Magdalena para cerrar el encuentro íntimo de manera romántica, pero para su sorpresa, la sentía distante y pensativa.

- ¿Qué te sucede? ¿No te gusto? Preguntó Elena, preocupada.

- No es eso, si me gusto, pero no está bien, te lo dije, eres mi amiga y no quiero que te confundas, esto fue un error y no quiero lastimarte, por favor entiéndeme, lo amo y no puedo sacármelo de la cabeza de un momento a otro. Respondió Magdalena, llorosa.

- ¡No puedo creer lo que has dicho! ¿Acaso estas loca? ¿Cómo puedes hacerme esto? Acabo de exponer mis sentimientos frente a ti ¡¿Y tú sigues pensando en él?! Entonces explícame ¿Por qué estuviste conmigo recién? Reprochó Elena, montando en cólera.

- Tu insistencia me llevó a hacerlo para complacerte, no fue mi intención ilusionarte, tal vez si estoy loca, pero sé bien lo que quiero, lo quiero a él. Respondió Magdalena.

- ¿Y yo qué? ¿Piensas que es tan fácil hacer como si no hubiese pasado nada? Puede que para ti lo sea, pero yo me siento una idiota que acaba de ser rechazada por la persona a la que tengo que verle la cara todos los días en mi casa. Protestó Elena.

- Sabía que esto iba a pasar por eso no quería hacerlo, pero no te preocupes, me voy a ir, así que ya no tendrás que ver mi cara. Dijo Magdalena, vistiéndose rápido para irse.

- ¡Por favor Magdala! ¿A dónde vas a ir? No digas tonterías. Replicó Elena.

- ¡No digo tonterías! Me vuelvo a Uruguay, esto se terminó acá, no me mato porque tengo dos hijas, pero estoy harta de vivir luchando para terminar sufriendo ¿Qué tengo que hacer para que por lo menos una cosa me salga bien? Estalló Magdalena.

- No digas eso Magdala, desde que llegaste has logrado todo lo que te has propuesto, tienes la vida que siempre has querido para criar a tus hijas y hasta ahora todo te ha salido bien ¡No puedes tirar todo a la basura por lo que acaba de suceder! Por favor no te vayas, no me hagas esto, yo te quiero, perdona mi grosería no quise decir eso, es que yo también tengo mi orgullo. Se disculpó Elena ya vestida, obstruyendo la puerta.

- Tienes razón y sé que es una locura, no es por ti, no tengo nada que perdonarte, por el contrario, estoy muy agradecida de todo lo que has hecho por mí, pero no puedo seguir viviendo contigo después de esto, no estaría bien, sería hacerte daño y no me lo perdonaría, igualmente no me hace bien estar en Madrid, todo me hace pensar en él y en este momento sólo quiero olvidar, si me quedo voy a terminar mal. Dijo Magdalena.

- Nada de lo que hagas puede hacerme daño Magdala, eres mi mejor amiga y eso no va a cambiar por lo que acaba de pasar, así como me confundí me volveré a aclarar, pero no te vayas y menos por él, Madrid es enorme ¿Por qué tendrías que cruzarte justo con él? Pronto lo olvidaras, ya pasará, no pierdas todo lo que has logrado hasta ahora, no merece que le des tanta importancia en tu vida. Argumentó Elena, aclarando todo.

- ¿Y qué se supone que haremos? ¿Olvidarnos de lo que pasó y seguir como si nada? ¡Es una locura! Sabes que te quiero, pero nunca será como antes. Planteó Magdalena.

- ¿Y por qué no? Si yo estoy dispuesta a hacerlo pon un poco de tu parte, pensemos que todo esto fue culpa de la borrachera y dejémoslo pasar como un error por los efectos del alcohol, como tantos que se olvidan y punto. Insistió Elena con fervor.

- ¡Bien! No me iré del apartamento, pero volveré a Uruguay en un mes, no puedo estar en Madrid, todo lo que me rodea me hace pensar en él, en que merece una oportunidad porque lo amo, sin importar cuál sea la situación sentimental que tenga, lo importante es lo que hay entre nosotros y que estemos juntos, pero yo no soy así, ni tampoco es lo que buscaba, no quiero ser la segunda opción en la vida de nadie, aunque siento que esta vez es diferente que debo darle una oportunidad, pero no quiero rebajarme. No sé que hacer. Explicó Magdalena muy confundida.

- Pues empieza por quedarte y ver que pasa durante este mes, si logras olvidarlo o decides perdonarlo te quedas y si no puedes respetaré tu decisión aunque no quiera, pero al menos has un esfuerzo para que pase lo que pase no tengas que irte ¿Me lo prometes? Por favor. Propuso Elena, con la esperanza de convencerla durante ese mes.

- De acuerdo, prometido, pero no me presiones para que me quede porque si no me iré antes del mes. Aceptó Magdalena, firme en su postura.

- Está bien, no lo haré, gracias por no irte de casa, me sentiría muy mal si te fueras. Agradeció Elena abrazándola fuerte, mientras soltaba unas lagrimas.

Ambas salieron del dormitorio como si no hubiese pasado nada, se sentaron juntas en el sofá del living y miraron unas películas tomando cerveza para olvidar la mala noche.

Joaquín intento comunicarse con Magdalena, pero ella no respondía a sus llamados, así que al otro día decidió ir a buscarla a su casa y al tocar el timbre lo atendió Elena.

- ¿Quién es? Atendió Elena.

- ¿Cómo estas Elena? Soy Joaquín ¿Está Magdala? Preguntó Joaquín.

- ¡Tú sí que tienes un rostro de piedra! Aparecer por acá después de lo que pasó anoche, realmente no sé si eres un desgraciado o eres un idiota, pero tienes agallas, espera que ya bajo tengo que hablar contigo, podrás imaginarte que Magdalena no te quiere ver ni en pintura. Contestó Elena por el portero eléctrico.

- Gracias Elena, aquí te espero. Dijo Joaquín, resoplando por la ironía de Elena.

Al abrir la puerta del edificio, Elena tomó del brazo a Joaquín y lo llevó doblando la esquina para que Magdalena no lo viera por la ventana.

- Joaquín, tú sabes que te aprecio mucho, pero lo de anoche no fue una tontería que se perdona fácilmente, Magdalena está muy dolida y a decidido volver a Uruguay en un mes, sólo se quedará si logra olvidarte o si tomas una decisión al respecto, de todas formas tendrás que volver a conquistarla y eso no será nada fácil, la has embarrado, lamentablemente yo también, no entraré en detalles contigo al respecto, pero creo que no seré de mucha ayuda para ti en este momento. Explicó Elena, sincerándose con él.

- Sé que estuve mal y no será sencillo lograr que me comprenda, por eso necesito que me ayudes, sólo quiero hablar con ella cuando esté mejor, no quiero que se vaya, aun que ahora no puedo dar ese paso que espera de mí, no estoy preparado para dejar a Jimena, como tampoco para criar dos niñas pequeñas, lo que siento por ella es muy fuerte, pero es demasiado pronto para arriesgar una relación de 10 años a mi edad, por algo que no sé si realmente funcionara, si no congenio con sus hijas, ella es joven y se irá a buscar a otro, pero yo me quedaré sólo y realmente no me entiendo bien con los niños, ya lo viví con mis hijas cuando eran pequeñas y no fue una buena experiencia, no creo que este caso sea muy diferente y eso no es positivo. Explicó Joaquín, afligido.

- Las niñas son divinas, a demás tienen niñera, ni siquiera notarías su presencia, no podría influir en absoluto en la relación, aquí lo que tienes que resolver es que vas a hacer con Jimena, lo demás es solucionable, de todas formas ella no quiere verte, así que dudo que puedan hablar, por más que yo se lo pida no me haría caso, lo único que se me ocurre es coordinar un encuentro casual, hablaré con ella para ir a un bar y te avisaré para que vayas, cuando llegues acércate a la mesa sin que te vea y yo los dejaré solos para que hablen, más que eso no puedo hacer. Propuso Elena.

- ¡Excelente! Entonces haremos eso, estaré esperando tu llamado, gracias por todo Elena, en verdad eres una gran amiga. Aceptó Joaquín muy agradecido.

- No lo creo, pero no viene al caso, por nada y toma la maldita decisión de una vez que yo no puedo hacerlo por ti, mañana te llamo para avisarte, nos estamos viendo. Se despidió Elena, presionándolo para que deje a Jimena.

Durante el día, Elena convenció a Magdalena de salir a tomar unas copas, para divertirse y despejar la mente, así que quedaron de salir la noche siguiente.

Llegada la misma, Elena le avisó a Joaquín como habían acordado y llevó a Magdalena a un bar donde había reservado una mesa, una botella de tequila, una botella de whisky y un cajón de cervezas.

La idea era sensibilizar a Magdalena un poco para que no se pusiera como una fiera al ver a Joaquín, en el momento en que él llegara, Elena se levantaría de la mesa con una excusa y Joaquín se sentaría con ella.

- Ya estamos aquí, ahora a disfrutar que encargue bastante para tomar. Alentó Elena.

- Amiga ¡Eres lo máximo! Empecemos con el tequila para entrar en calor. Dijo Magdalena, sirviendo los vasos, mientras Elena preparaba la sal y el limón.

- Pero tiene que ser fondo blanco la botella, sin parar ¿De acuerdo? Propuso Elena, desafiante.

- Esta bien, acepto el desafío, quien sabe, tal vez tenga una embolia y logre olvidarme de él, tomemos hasta perder la conciencia, brindemos ¡Por el olvido! Acotó Magdalena con humor sarcástico, dispuesta a no parar de beber.

-  ¡Por el olvido! Brindó Elena y bebieron rápidamente el primer vaso.

Así comenzaron la noche y no pararon hasta acabar la botella, continuaron con las cervezas jugando a fondo blanco con el cajón y se sirvieron un vaso de whisky antes de que llegara Joaquín.

El alcohol las llevó a sensibilizarse a ambas, por lo que comenzaron a tener una charla muy sincera.

- Sé que es horrible, pero no es bueno que te expongas de esta manera, eres la persona más coherente que conozco, no puedes dejarte vencer por un hombre, tú que has salido adelante sola con tus hijas, que has llegado hasta acá ¡No puedes irte ahora! No vale la pena. Replicó Elena, abrazando a su amiga.

- Es que no puedo más, me duele acá en el pecho, siento como si me hubiera roto el corazón literalmente, pero al mismo tiempo el dolor no es solo porque me engaño, sino porque sé que nunca vamos a estar juntos y no sé si voy a poder vivir sin él. Dijo Magdalena llorando desconsoladamente.

- Querida amiga, has vivido toda tu vida sin él, nadie muere de amor, además se ha portado como un imbécil contigo, jugó con tu corazón no merece que lo perdones. Opinó Elena.

- ¡No lo entiendes! No es tan fácil, él no es como los demás, había algo especial entre nosotros, necesito desahogarme de alguna manera. Explicó Magdalena, entre sollozos.

- ¿Por qué no haces algo que te distraiga un poco? Intenta divertirte ahora que estas aquí ¿Te gusta cantar? Esta noche están haciendo un concurso de karaoke en el bar ¿Te apuntas? Recomendó Elena, de forma insistente.

- ¿Sabes qué? ¡Sí! Tal vez funcione para liberarme un poco, no soy muy buena cantando pero al menos será divertido. Aceptó Magdalena, completamente ebria.

 - ¡Así se habla! ¡A ganar el concurso de karaoke! Grito Elena, alentando eufóricamente a su amiga.

Magdalena subió al escenario con el whisky en la mano, se sentó en un taburete y tomó el micrófono balanceándose un poco por el mareo.

En ese momento ingresaban al bar Ismael y otros amigos de Elena que al verla en la mesa fueron a sentarse con ella.

Tras ellos entró Joaquín al bar y al ver la mesa llena de gente busco un lugar alejado para observar la situación de lejos.

 - Para vos Joaquín, porque tus labios y los míos tienen una conversación pendiente. Le dedicó la canción Magdalena, que estaba algo más que desinhibida por el alcohol, pero que aun no se había percatado de su presencia en el bar.

Magdalena comenzó a cantar y desde el escenario pudo ver que estaban los amigos de Elena en la mesa, cosa que no le disgustaba a no ser por la presencia de Ismael.

Por otra parte, Elena visualizó a Joaquín en un rincón y se acercó hasta él sin que Magdalena la viera.

- ¡Hey! ¿Qué haces aquí escondido? Preguntó Elena, que apenas podía estar de pie.

- Pensé que la idea era que pudiera hablar a solas con ella, no que la mesa estaría llena de gente. Protestó Joaquín.

- Es que no estaban invitados, nos encontraron de casualidad y son mis amigos no los voy a echar, pero tengo otra idea, cuando Magdalena baje del escenario y vea que está Ismael en la mesa, seguro querrá ir a la barra, allí podrás estar a solas con ella, si haces las cosas bien puede que tengas posibilidades, ya viste que te dedicó la canción y dicen que los borrachos siempre dicen la verdad, estate atento. Explicó Elena y rápidamente volvió a su mesa.

Al terminar de cantar finalizó el concurso, Magdalena fue la ganadora, el público la eligió siendo la más aplaudida, el premio era un cajón de cerveza con el que festejaron en la mesa junto a los amigos de Elena.

Ismael que estaba en la mesa, se sentó junto a Magdalena aprovechando la situación.

- Sé que estas pasando por un mal momento, sólo quería decirte que puedes contar conmigo para lo que precises. Se solidarizó Ismael, corriendo el pelo de su cara, acariciándola.

- Te lo agradezco, pero no hay nada que puedas hacer. Dijo Magdalena, con tono sarcástico, mientras sacaba la mano de Ismael.

- Tal vez si, nunca se sabe, quizá quieras vengarte, yo puedo ayudarte con eso. Alardeó Ismael.

- No lo creo. Contestó Magdalena de manera cortante.

Inmediatamente se levantó de la mesa, habló con Elena para sentarse en la barra o irse a otro bar, ya que se sentía incomoda estando cerca de Ismael.

- ¡Sabía que dirías eso! Sentémonos en la barra para no dejar tirados a los demás, ellos también son tus amigos ahora, no les hagamos un desplante ¿Si? Rogó Elena.

- ¡Bien! Como sea, lejos de Ismael por favor. Condicionó Magdalena.

Al sentarse en la barra encargaron dos whiskys, Elena le dijo a Magdalena que iría a avisarle a sus amigos que estaban allí para que no se preocuparan, al llegar a la mesa le hizo una seña a Joaquín y este fue a sentarse junto a Magdalena.

- Tenemos que hablar. Dijo Joaquín, tomando el vaso de whisky que era para Elena.

- ¡Wow! El alcohol me está haciendo alucinar ¡Por Dios! ¿Qué le pusieron a esta bebida? Preguntó asombrada Magdalena, desencajada por la situación. 

- Estoy aquí para que mis labios paguen la deuda que tienen con los tuyos, para pedirte que me perdones y escuches lo que tengo que decirte. Aclaró Joaquín, serio y profundo.

- No estoy en condiciones para una charla en este momento, estoy en desventaja por el alcohol y no quiero que me amargues la noche. Se negó Magdalena, a punto de llorar.

- No pienso irme hasta que tengamos una conversación. Insistió Joaquín, muy firme.

- ¡Entonces me iré yo! Estalló Magdalena, dirigiéndose a la puerta de salida.

Joaquín la siguió hasta la esquina, donde la sujeto del brazo y con una maniobra la acorraló contra la pared.

- No dejaré que te vayas sin que aclaremos todo, soy culpable lo admito, me equivoque desde el principio y ahora no sé que hacer, no quise lastimarte, todo esto me tiene muy confundido, pero si de algo estoy seguro es que no quiero perderte, aun no estoy preparado para dar el paso que te mereces y tampoco puedo decirte si algún día lo estaré, no voy a pedirte que me esperes porque no hay nada que te pueda prometer, lo que voy a pedirte es que te quedes, sería una estupidez que vuelvas a Uruguay y dejes todo lo que has conseguido por un idiota como yo. La increpó Joaquín, sincerándose.

- De todo lo que has dicho en lo único que coincidimos es que te equivocaste desde el principio y que eres un idiota ¡No tienes derecho a pedirme que me quede! ¿Por qué juegas con mis sentimientos? ¿A caso tengo que permanecer en Madrid por si algún día cambias de idea? ¿Crees que es fácil para mí vivir cerca de ti sabiendo que no puedo tenerte? Cuestionó Magdalena, dejando de forcejear para dejarse caer sentada al piso.

- ¿Es que no lo entiendes? No se trata de mi, se trata de ti y todo lo has hecho para llegar a dónde estás, piensa en tus hijas, en las consecuencias que les traería tu decisión, no sería justo para ellas como tampoco lo sería para ti, me alejaré de ti si es lo que quieres, pero prométeme que no te irás a Uruguay. Persistió Joaquín, con firmeza.

- Así como tú no tienes nada para prometerme yo tampoco tengo nada que prometerte a ti, ya he pensado todo lo que dices y sinceramente es más fuerte que yo, no puedo manejar la situación, quiero arrancarme el corazón y salir corriendo a un lugar que esté lejos de ti, necesito olvidarte, todo esto me duele demasiado, por otra parte no puedo odiarte, porque pese a todo te amo y siento que me muero si no estoy contigo, pero no puedo ser la otra porque no soy esa clase de persona. Confesó Magdalena.

- Entiendo y aunque no la comparto respeto tu decisión ¿Puedes perdonarme antes de irte? No me gustaría que lo que vivimos terminara de esta manera. Insistió Joaquín.

- Es que ya te perdone, no es el hecho de que tengas mujer, ni la mentira lo que me hace mal, es la impotencia de no poder cambiar la situación lo que hace que el dolor sea insoportable, es evidente que no quieres dejarla porque ella es importante para ti y lamentablemente no estoy dispuesta a ocupar el lugar que me estas ofreciendo en tu vida, eres tú el que debe elegir, yo no puedo hacer nada, ya te elegí hace rato el resto está en tus manos, de lo que tu decidas depende mi decisión. Sesincerizó Magdalena.

- Te agradezco que me perdones y comprendas mi situación, aun no he tomado una decisión y sé que no esperarás a que lo haga, prometo no volver a molestarte hasta el día que me haya decidido. Prometió Joaquín, levantando con sus manos el rostro de Magdalena para verla a los ojos.

- Tienes un mes para decidirte, una vez que me vaya a Uruguay será demasiado tarde, piénsalo bien porque no volveré. Dijo Magdalena, sorprendiéndolo con un amargo pero apasionado beso de despedida.

- No te vayas… Pidió Joaquín varias veces, entre interminables besos melancólicos.

- No me pidas eso, no hagas que olvidarte sea más difícil. Rogó Magdalena presionando su frente sobre la de Joaquín.

Joaquín volvió a levantar el rostro de Magdalena y con sus dedos secó las lagrimas que corrían su maquillaje, sostuvo fijamente la mirada, con una expresión profunda de amor y despedida que lo decía todo, la besó con frenesí, pero no podía evitar sentir el sabor a despedida en sus labios.

- Pase lo que pase nunca te olvidaré, cambiaste mi vida, eres parte de mi historia y te estaré eternamente agradecido por eso. Se despidió Joaquín, eh inmediatamente se paró y la ayudó a levantarse, para abrazarse por última vez.

- Tú también has cambiado mi vida, pero yo no soy tan fuerte para vivir con tu recuerdo si no estás presente, perdóname pero no puedo. Rompió en llanto Magdalena.

- No tengo nada que perdonarte, he sido yo el que me porté como un imbécil y aun no sé como manejar la situación. Admitió Joaquín, movilizado por la despedida.

Joaquín apretó a Magdalena contra su pecho un momento para consolarla, con sus manos tomo su rostro con firmeza, secó nuevamente sus lagrimas mirándola fijamente a los ojos, la besó completamente entregado, como si se fuera a acabar el mundo y no hubiese nada a su alrededor, con un sentimiento de amor tan grande que acopló por completo la angustia del mal momento, calmando unos instantes sus tristes almas.

- Tienes que ser fuerte, uno de los debe serlo y yo ya estoy viejo para luchar, tú tienes dos niñas por las que debes seguir adelante, no te rindas. Se despidió Joaquín.

Ambos dieron unos pasos hacia atrás para tomar distancia, Joaquín aprovechó que estaba casi en la esquina para tomar por la otra calle y perder el contacto visual para salir lo antes posible del lugar, sabía que si se quedaba más tiempo podría ser peor. Magdalena estaba fuera de foco, no sabía que hacer así que corrió hasta la estación.

A las cinco de la mañana bajó del metro en la estación Magdalena y se sentó a llorar en el banco donde solía encontrarse con Joaquín.

Sacó su cuaderno y lapicera del morral que siempre lleva consigo, se puso los auriculares para desconectarse del mundo y comenzó a escribir lo que sentía mientras escuchaba canciones de Joan Manuel Serrat.

        

By: Crazy Mistik.
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