Sé que no cambiará nada, pero quiero que sepas que te amo Joaquín Sabina, aun sin conocerme cambiaste mi vida para siempre, te lo agradezco mucho.
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█║▌│ █│║▌ ║││█║▌ │║║® Todos los derechos reservados por autor (Crazy Mistik)


Arte Literario - Historias Terror


ANECDOTA REAL DE EXPERIENCIA PARANORMAL.
 

Cuando tenía 12 años, discutimos con el esposo de mi madre, la discusión fue tan fuerte que despertó en mí una ira enorme, tanto que tenía ganas de matarlo literalmente hablando, sentía la necesidad de verlo sangrando en el piso con mi pie aplastando su cabeza, el sólo echo de imaginarlo me provocaba satisfacción.
Nunca fui una persona agresiva, por lo cual la situación era algo extraña para mí.
Luego de la discusión, él y mi madre fueron de compras al supermercado, eran las 21:00hs lo recuerdo porque espesaba el programa de Marcelo Tinelli.
Yo me quedé en casa sola, más precisamente en mi cuarto, tenía una vieja tele blanco y negro donde estaba viendo Tinelli.
Como hacía cinco días que se había quemado la lamparita de mi cuarto, la única luz que tenía era la del televisor, gracias a la obsesión del marido de mi madre con el gasto de la luz, todas las luces de la casa, en las habitaciones que no se estaban usando en el momento, tenían que estar apagadas.

 

La casa tiene un pequeño hall de entrada, en frente está la cocina, atrás una terraza pequeña, del hall a la derecha está el living comedor, que al valer por dos ambientes es enorme, a la derecha del living se abre un pasillo largo hasta el fondo, por el pasillo a la derecha están los baños, primero el grande y después el de servicio, a la izquierda hay dos cuartos, el primero era el mío y el segundo lo tenían como depósito y cuarto de estudios, ambos cuartos tienen las puertas de entrada una al lado de la otra, al fondo del pasillo está el cuarto de mi madre y su esposo.
Como se darán cuenta, mi cuarto estaba en medio del apartamento, por lo cual tanto el living como el resto de la casa tenían todas las luces apagadas, ya que yo estaba en el cuarto mirando tele.
A los diez minutos de que salieron de casa, la puerta del cuarto de estudios comenzó a golpearse despacio y constante, se abría y cerraba sola, como si la azotaran varias veces despacio.
Yo pensé que era el viento, así que fui a ver si el ventanal estaba abierto, el ventanal es del tamaño de la pared y el apartamento se encuentra en el tercer piso.
Abrí la puerta del cuarto de estudio, miré el ventanal, estaba cerrado, la persiana también estaba cerrada y no había viento en la habitación. Como la puerta de la habitación tenía la cerradura unos milímetros desnivelada, había que cinchar un poquito hacia afuera para que quedara bien trancada, en el momento que trancaba bien hacía un ruido como un "clack", normalmente después del ruido no se habría con nada.
Cerré la puerta, la cinche, pero no preste atención al ruido, apurada para ver Tinelli que estaba empezando.
Al entrar en mi cuarto, ni bien me senté en la cama, la puerta del cuarto de al lado comenzó a azotarse nuevamente, esta vez con un poco más de intensidad al golpearse.
Pensé que talvez la había cerrado mal, así que fui nuevamente a cerrar la puerta, esta vez me cerciore bien de que hiciera el ruido al cerrarla. Di media vuelta para ir a mi cuarto y antes que diera un paso, la puerta volvió a azotarse, esta vez aun más fuerte.
Así que voltee a cerrarla otra vez, procuré que hiciera el ruido nuevamente y la empujé para verificar que no se abriera, me dio una sensación extraña, como si algo malo estuviera ahí adentro. Volví a mi cuarto rápidamente, cerré la puerta de mi dormitorio y me senté en la cama a ver la tele. La puerta del cuarto de estudios empezó a azotarse otra vez, ahora más fuerte y más seguido. Por lo que corrí mi cama contra la puerta de mi dormitorio por las dudas, para evitar que se abriera e inmediatamente subí todo el volumen de la tele, para no escuchar más que se seguía golpeando la puerta, pero la puerta se golpeaba cada vez más fuerte, al punto que no me dejaba escuchar la televisión.
Estaba muy nerviosa, no sabía qué hacer, no me animaba a salir del cuarto, pensaba que para salir del apartamento, tenía que pasar por el living que es gigantesco que la luz se prende del lado de la entrada y no sabía con que me encontraría allí. También pensé en atar unas sabanas para hacer una cuerda larga y bajar por la ventana, pero me daba miedo caerme del tercer piso, así que lo único que se me ocurrió fue ponerme a rezar, pedirle a Dios que llegara mi madre de una vez para poder salir.
Mi madre y el esposo llegaron a las diez y media de la noche, una hora y media después de que se fueron.
Cuando llegaron, la puerta aun se seguía golpeando, ellos la vieron y yo salí corriendo al living a contarles lo que estaba pasando.
Mi madre llegó a la conclusión de que lo que pasaba tenía que ver con esa ira que había sentido tras la discusión con su esposo, según ella, el sentimiento de ira atrajo un demonio a la casa.
Yo, que estaba re cagada de miedo, ante la situación me disculpe con el esposo de ella y le pedí que hiciera algo, que fuera a ver qué pasaba. Él me dijo que si e inmediatamente fue muy seguro y con decisión hasta el cuarto de estudios.
Una vez parado frente a la puerta, cuando estaba por tomar el pestillo, se freno de golpe porque lo invadió una sensación de miedo.
Tomó coraje, abrió la puerta de golpe y prendió la luz.
Nada, todo estaba en su lugar.
Entramos todos al cuarto, nos quedamos unos minutos observando todo y hablando del tema. Cuando salimos de la habitación cerramos bien la puerta y esta no volvió a abrirse.
Desde ese día, al menos los años que yo viví en casa de mi madre, algunas noches, la puerta solía azotarse despacio, por lo que yo empecé a dormir con los auriculares conectados al equipo de audio que tenía en mi cuarto, para no escuchar cuando se golpeaba. 
Esta situación paranormal, es una de tantas que me han ocurrido, no sólo en mi casa, sino en otros lugares y hasta en la calle.
Dos años después, el 11 de septiembre del 2001, tras ver en la tele los atentados contra las torres gemelas, no tuve mejor idea, que poner en práctica un juego del que me habían hablado unos días antes.
El juego del que me hablaron era el “Juego de la Lapicera”, también conocido como el “Juego de la Llorona”, sólo que hasta ese momento no sabía que era el “Juego de la Llorona”, es muy probable que sí hubiera sabido que era ese juego no lo hubiese jugado.
Las circunstancias para jugar no eran las mejores, así que tuve que arreglármelas como pude.
A eso de las tres de la tarde, fui al baño de mi casa con un cuaderno y una lapicera, mientras mi madre miraba las noticias del atentado con su esposo.
Elegí el baño ya que era el único lugar donde no irían a ver qué estaba haciendo, además lo hice a esa hora porque se me ocurrió en el momento y no quería esperar a la noche.
Una vez en el baño, escribí los números, con las opciones salir, si, no, no sé y talvez, en una hoja, la arranqué y la apoyé en un libro de tapa gruesa sobre el piso, luego tomé la lapicera, le saqué el caño, lo puse al borde de la hoja en forma paralela y puse la parte que tiene la tinta apoyada sobre el caño haciendo equilibrio, formando una cruz entre los dos.
Con todo listo, sólo tenía que invocar el espíritu, como no sabía que frase decir para invocar el espíritu, pensé que no funcionaria, así que dije “¿Hay algún espíritu que haya muerto hoy, en las torres gemelas?” A lo que la lapicera comenzó a moverse despacio hasta el sí.
Me asusté un poco, sobre todo porque estaba sola en el baño, pero como no pasó nada malo, seguí jugando.
Como había escuchado que en las torres gemelas había una guardería, donde muchos padres que trabajaban dejaban a sus hijos, yo quería invocar el espíritu de alguno de esos niños, así que pregunté “¿Eres un niño?” A lo que respondió que sí, pregunté “¿Cuántos años tienes?” Indicó que tenía 4.
Por una cuestión de descarte, hice la pregunta que generalmente todos los que juegan este tipo de juegos, hacen en algún momento “¿Eres un espíritu bueno?” En ese momento, la lapicera comenzó a girar a una velocidad que no me gustó nada, como no sabía qué hacer para pararla, no se me ocurrió peor idea que agarrar la lapicera, a lo que perdí el control de mi mano y empezó a rayar la hoja en forma de círculos.
Asustada, pedí que se fuera, pero la respuesta fue “No”, insistí tres veces más, pero seguía diciendo que “No”.
Por lo que ayudándome con la otra mano, llevé la lapicera a la palabra “salir” y todo se calmó.
Rompí la hoja y la lapicera, la hoja la tiré en el inodoro y la lapicera la tiré a la basura.

 

 

Pero las cosas no quedaron tan bien como yo creía. A partir de ese día, la puerta del cuarto de estudios que conté anteriormente, otra vez comenzó a golpearse, sólo que ahora todas las noches.
A la segunda noche, tuve pesadillas, las cuales continuaron todas las noches durante un mes.
En el transcurso de cuatro días, empecé a ponerme muy agresiva, obviamente que yo no me daba cuenta, pero mi madre y el esposo sí.
Al pasar los días, mi agresividad era cada vez más grande, al punto de discutir todo el tiempo por cualquier tontería, como por ejemplo el volumen o canal de televisión, como si fuera la tercera guerra mundial, literalmente hablando.
Al sexto día, a eso de las 22:30, estaba sola en el living de mi casa mirando televisión, mi madre estaba en la facultad y el esposo en el trabajo, mi madre llegaba a las 23:30 y el marido a la 00:30. No me acuerdo que estaban dando en la tele, pero en un momento la puerta del cuarto de estudios empezó a azotarse con fuerza, al minuto la tele se apagó, prendiéndose simultáneamente la radio, de la que se escuchaban unas risas macabras, no dejé pasar un segundo más, cuando ya estaba afuera del apartamento, incluso me auto obligué a cerrar la puerta con llave, porque pensé “por más miedo que tenga, si soy irresponsable y dejo la casa abierta, si salgo viva de esta, mi madre me mata”. En el momento que estoy por la mitad de la escalera, entre el tercer y segundo piso, se apagó la luz del corredor. Por suerte, el vivir en el mismo edificio desde chica tiene sus ventajas, fueron años los que jugué a subir y bajar las escaleras de los tres pisos corriendo a oscuras en la noche. Así que lo tomé como una coincidencia para no ponerme nerviosa y bajé corriendo para prender la luz rápido, pero cuando apreté el botón de encender, todas las luces se quemaron, bajé el resto de los pisos corriendo y casi atravesé la puerta de vidrio, en la entrada del edificio. Cuando salí, al cruzar la calle, las luces de la vereda del edificio se apagaron, yo fui por la otra calle y corrí tres cuadras sin parar, luego me fui hasta la plaza de la parroquia de mi barrio y cuando llegué a la plaza, me encontré con mi madre, que había salido antes de la facultad.
Le conté todo, y sí bien me creyó, me llevó de vuelta para casa, diciendo que íbamos a ver cómo estaban las cosas, que sí la puerta se estaba golpeando o la radio prendida, nos íbamos al trabajo de su esposo y lo esperábamos allí hasta que saliera, pero si todo estaba bien, nos quedábamos en casa, porque según me dijo “Vivimos ahí, es nuestra casa, si nos fuéramos, cosa que está totalmente descartada, en algún momento tendríamos que volver”.
Cuando llegamos a casa, la puerta no se golpeaba, la tele estaba apagada y la radio seguía prendida, pero sintonizando una emisora, así que nos quedamos.
Al día siguiente, me fui a lo de mi abuela a pasar el fin de semana.
Mientras yo no estaba, el viernes en la tarde, el esposo de mi madre fue al baño, según él, escuchó como sí alguien pasara las uñas por la puerta tres veces, como cuando lo hacen en un pizarrón para hacer un ruido molesto.
Al salir del baño, pasó frente a la puerta de mi cuarto, la cual estaba abierta, cosa que le llamó la atención porque cuando me fui, la dejé cerrada, al mirar para adentro, sintió como que alguien estaba ahí, inmediatamente la puerta se cerró sola de un portazo frente a su cara, a lo que él se fue a su cuarto, tomó el rosario y empezó a rezar.
El sábado en la noche, a las dos de la mañana, el esposo de mi madre dormía, mientras ella leía un libro en la cama, con la radio de fondo, ella escuchaba Ondas de Amor y Paz, un programa evangelista que le gustaba (ellos son católicos, pero les gusta escuchar todo lo que habla de Dios). Mientras leía, escuchó el ruido de las llaves en la puerta, como si estuvieran abriendo, luego escuchó unos pasos, como sí alguien hubiera entrado y caminado por el pasillo, hasta su dormitorio.
Ella pensó que podía ser yo, que había vuelto de lo de mi abuela, pero le extrañó mucho por la hora que era, así que fue a mirar.
Todo estaba normal, la puerta estaba con las llaves puestas, bien cerrada y no había nadie, por lo que volvió al cuarto, pero cuando entró al cuarto, se dio cuenta que la estación de radio que estaba escuchando se había cambiado, en vez del pastor Márquez, había una Mai de Santo umbandista, tirando las cartas.
Le llamó la atención, así que escuchó un rato y cuando pasaron el número de teléfono de la radio, decidió llamar a ver qué pasaba.
Llamó, la Mai le tiró las cartas, pero no le dijo nada relevante ni que tuviera que ver con lo que pasaba.
Fue al cuarto, cambio de estación y se encontró con la Iglesia Universal del Reino de Dios, también conocida como Pare de Sufrir, justamente en ese momento estaban hablando del tema demoños, de las cosas que se mueven solas, las puertas que se abren, los ruidos de pasos, cosas con las que mi madre se identificó inmediatamente, por lo cual al día siguiente fue a la iglesia a ver cómo era y a contar lo que nos pasaba, a ver sí la podían ayudar.
Mi madre fue a esa iglesia toda la semana siguiente sin decirme nada, allí, los días viernes hacían una sesión de descarga, una especie de exorcismo, a la cual mi madre quería que yo fuera. Al llegar el jueves del liceo, cuando entré en la cocina, donde estaban mi madre y su esposo hablando, vi que había un diario, de esos que regala la Iglesia Universal.
Últimamente había coincidido, que cada vez que veía el programa de esta iglesia en la televisión, solían ser los momentos en que me ponía más agresiva.
Como no era para menos, cuando vi ese diario en la mesa, un impulso me llevó a romperlo en mil pedazos mientras gritaba que eran unos cagadores que le sacaban plata a la gente, que ni se les ocurriera ir ahí que nosotros éramos católicos y no sé cuantos discursos más.
El punto es, que en ese momento me hicieron notar que realmente estaba pasada de agresividad, y me propusieron darme $50 pesos y dejarme faltar al liceo el viernes, a cambio de que fuera a la iglesia con ellos, sólo por ese día.
A lo que los $50 pesos me tentaron y aunque realmente no quería ir, la plata le gana hasta al mismo diablo, jajaja.
Fuimos ese viernes a la iglesia, cuando llegamos a la puerta quedé congelada como una estatua, no podía moverme, cinco obreros de la iglesia, tuvieron que salir para levantarme y entrarme, cuando me entraron, fue como si me transformara, de la nada quedé cegada de furia, empecé a repartir trompadas a los obreros y salí corriendo de la iglesia, más precisamente a mi casa, que estaba como a veinte cuadras.
Mi madre siguió yendo con el esposo a la iglesia, durante ese mes.
Al la semana siguiente, durante la entrevista con la psicóloga del liceo, estábamos hablando de ese tema, cosa que ella no tomaba en serio.
En un momento determinado, ella me preguntó "como estaba segura de que realmente no era parte de mi imaginación", a lo que le dije que podía hablar con ese demoño, ella se burló y me pidió que se lo demostrara, diciéndole algo que el demonio me dijera en ese momento, a lo que le contesté, “está haciendo algo para sorprenderla en este momento” cosa que hasta a mi me sorprendió, porque esas respuestas realmente no eran pensadas por mí.
Apenas terminé la frase, empezó a entrar humo en la oficina de la psicóloga, la cual estaba apartada de los salones, por lo que ningún alumno andaba por esos lados, cuando salimos de la oficina, el salón que estaba en reparación frente a la oficina, tenía unos estantes metálicos con varios libros los cuales se estaban quemando, el fuego estaba quemando los seis estantes y aunque no lo veía con mis ojos, sentía que estaban ahí, frente a los estantes riéndose.
Le dije a la Psicóloga “vio que es verdad”, pero ella me mandó a la dirección a avisar para que apagaran el fuego, seguido de hablar con la directora y decir que seguramente yo lo había planeado todo con otros alumnos.
Casi al terminar el mes, la psicóloga me llamó nuevamente, tuvimos una discusión, ya que ella me dijo “todos los problemas que tienes son culpa de tu madre” a lo que me enojé (una cosa es que yo me queje de mi madre y otra muy diferente es que alguien de afuera se meta con mi madre), así que en el momento que iba a utilizar un montón de palabras groseras para dirigirme a ella, de mi boca salieron otras palabras que no estaban en mi mente, le dije “cuando salgas del liceo te va a atropellar un auto, mira bien quien maneja, que me vas a conocer”, dicho esto, pegué un portazo y me fui al salón de clases a buscar mis cosas, le pedí permiso a la profesora para quedarme en la adscripción sentada y ella me dejo.
Mientras estaba sentada, mi agresividad empezó a crecer, así que salí al patio a ver si me calmaba, como yo fumaba, tenía unos fósforos en el bolsillo, por lo que empecé a prenderlos y tirarlos al piso de los nervios, en ese momento, tiraron al patio un tacho grande de basura prendido fuego desde el primer piso.
La adscripta no demoró ni medio segundo en aparecer, me vio con los fósforos y ya se imaginaran lo que pensó, me llevó hasta la dirección, llamó a toda mi familia pero nadie estaba en la casa a esa hora, como yo era socia del Suat (una emergencia móvil), llamaron para que me vinieran a ver, mientras seguían intentando localizar algún familiar.
Cuando vino el Suat, el doctor se quiso acercar a revisarme, pero yo me puse del otro lado de una mesa que había y no dejé que se acercara, intentó dar la vuelta, pero yo pegué un salto que quedé arriba de la mesa y le pegué una patada en el pecho que lo tiró contra la pared, el médico así como se levantó, se fue.
Una amiga que era evangelista y compañera de clases, pidió que la dejaran verme para ver si podía hacer algo, nos dejaron solas en el despacho de la directora, y mi amiga me propuso hacerme un exorcismo. Yo acepté, no sólo porque confiaba en ella, sino que sabía que algo me estaba pasando y todo se iba de mi control.
Así que ella puso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a hacer una oración de expulsión, en ese momento perdí el conocimiento, no tengo ningún tipo de recuerdo de que fue lo que paso.
Cuando volví a recuperar el conocimiento, yo estaba en el piso, en cuatro patas preparada para saltar sobre ella, el sub director estaba parado en la puerta gritando que parara.
Sin poder controlar lo que decía, le dije al sub director un montón de cosas malas personales de él que ni yo conocía, a lo que este quedo aterrado, me pidió que me callara y salió corriendo con mi amiga.
Dos minutos después entró la adscripta al despacho de la directora, me comunicó que había hablado por teléfono con mi abuelo y que me venía a buscar.
Mientras la adscripta me decía esto, la psicóloga del liceo salió a hacer un mandado, segundos después se escuchó un grito y todos salimos a ver qué pasó, la psicóloga estaba tirada en la calle, un auto la había atropellado y le quebró un pie, yo vi que ella estaba muy asustada y cuando ella me vio que la estaba mirando, empezó a gritar como una loca, a lo que yo entré al liceo de vuelta y me fui al despacho de la directora.
A los quince minutos llegó mi abuelo, le pedí que me llevara a una iglesia y así lo hizo, pero no hablamos con nadie sólo nos quedamos durante la misa, cosa que igual sirvió, porque mi agresividad desapareció. Al llegar a la casa de mi abuelo, llamaron del liceo para comunicar que me habían denunciado por intento de incendio, agresión a una compañera y amenazar a la psicóloga en posible complicidad con quien efectuó el atentado.
Le dijeron que había agarrado a mi compañera del cuello levantándola en el aire contra la pared y casi la mato asfixiándola, cosa de la que no tengo recuerdo, porque fue cuando quedé inconsciente.
El echo es que me prohibieron la entrada al liceo hasta que no me viera un psiquiatra y dijera que estaba apta para volver, ya que la psicóloga del liceo, había dejado por escrito después de lo que pasó con el incendio de los estante, que si yo llegaba a tener un desborde de agresividad, autorizaba a que llamaran al Vilardebó (Hospital psiquiátrico mental del estado), para que me internaran, sin necesidad de pedir permiso a mis padres.
Cosa que hubiera pasado de no ser porque localizaron a mi abuelo.
Sí bien la situación, para ellos lo ameritaba, como todos me conocían y yo era muy tranquila y querida por todos, no querían llamar, porque no podían creer, lo que estaba pasando conmigo.
Al día siguiente, volví a casa con mi madre y ella me llevó a ver a un psiquiatra.
Durante la charla con el psiquiatra, volví a ponerme agresiva, así que me mando un medicamento fuertísimo, tanto que me dormía sobre el plato de la comida e incluso parada o caminando en la calle, por lo que tuve que dejar de salir un tiempo.
Como mi madre veía que pese a que estaba medicada, todo seguía igual mientras estaba despierta, decidió llevarme a la iglesia. 
Yo no quería ir a la Iglesia Universal, así que me llevó a hablar con el padre Elizaga, el sacerdote más experto en exorcismos del Uruguay.
Luego de contarle todo lo que pasó, le pidió a mi madre que saliera del despacho parroquial, puso sus manos en mi cabeza e hizo una oración para exorcizarme, en silencio.
La oración duró quince minutos, yo perdí el conocimiento y cuando lo recuperé, el escritorio estaba tumbado en el piso, la silla donde estaba sentada estaba partida contra la pared y un montón de papeles del sacerdote estaban regados por toda la habitación.
Cuando mi madre y yo le preguntamos qué pasó, nos dijo que era mejor que no supiéramos nada, pero que nos quedáramos tranquilas que todo había terminado y que por supuesto, no volviera a hacer esas estupideces de llamar la atención del diablo. Después de eso todo quedó tranquilo nuevamente.
Hasta que tres años más tarde, las vueltas de la vida, junto a la curiosidad, me llevaron a conocer otra religión, la cual practiqué durante dos años.
Esta religión, denominada Umbanda, junto con la Kimbanda, fue el causal que revivió todo nuevamente, pero con más intensidad.

Crazy Mistik.
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